Por Jon Arraibi (Director de Café con Patas:
Carl Sagan, quizás el divulgador científico más relevante de la historia murió un 20 de diciembre de 1996. Durante 2 décadas compartió su vida con la también científica y escritora Ann Druyan.
Ella, tras su muerte, expresó la que creo una de las definiciones más hermosas sobre lo que es el amor real, intenso y sincero y sobre cómo afrontar la pérdida.
Dijo lo siguiente:
"No espero volver a reunirme con Carl. Pero lo más grandioso es que mientras estuvimos juntos, durante casi 20 años, vivimos con una apreciación real de lo breve que es la vida y lo preciosa que es.
Cada momento que estuvimos vivos fue un milagro,
pero no en el sentido de inexplicable o sobrenatural.
Fuimos beneficiados por el azar... Ese azar puro, tan generoso y amable, generó nuestro encuentro en la inmensidad del espacio y en la inmensidad del tiempo...
Eso es algo que me sostiene y que es mucho más significativo...
La forma en que me trató y en que lo traté, la forma en la que nos cuidábamos el uno al otro y a nuestra familia mientras vivió. Esto es mucho más importante que la idea de si lo volveré a ver algún día.
No sé si volveré a ver a Carl alguna vez. Pero lo vi. Nos vimos el uno al otro. Nos encontramos el uno al otro en el cosmos, y eso fue maravilloso".
He querido empezar con las palabras de Ann Druyan porque a veces, cuando estoy con cualquiera de mis tres perros, tan únicos y especiales cada uno, pienso en cuando tenga que despedirme. Son pensamientos que se han hecho más y más presentes a medida que ellos cumplen años. Me suele pasar a las noches, cuando compartimos esos ratos de calma y los observo dormitar, ajenos a mi estado, en el salón.
Y mitigo la tristeza de esos pensamiento sintiéndome afortunado de que el azar, al lanzar sus dados en el infinito espacio y en el infinito tiempo, me haya regalado la improbable circunstancia, de encontramos.