Actualizado hace 3 minutos
Los frenos son un sistema de seguridad fundamental en un vehículo, son los que nos permiten detenernos y evitar choques y atropellos. De ahí la importancia de que siempre se encuentren en buenas condiciones, porque habrá ocasiones en las que tengamos que pegar un frenazo repentino y la distancia de frenado que recorra el coche hasta pararse puede ser vital para evitar una desgracia.
Dentro del sistema de frenado tienen una importancia capital las pastillas de freno, que sufren un desgaste paulatino que influye significativamente en su rendimiento y que debemos aprender a detectar para sustituirlas cuando toque, si no toca una revisión de por medio en la que los mecánicos nos puedan avisar.
Señales de desgaste
Obviamente, las pastillas de freno no duran de por vida. Conforme se van usando van perdiendo grosor y eso lo podemos ir notando con ciertas señales que nos envía el sistema de frenado. Hay cuatro señales que nos deberían hacer sospechar de que a su vida útil le queda ya muy poco tiempo y que tenemos que acudir al taller.
La primera de ellas es notar que hay que pisar más el pedal para que el coche se detenga o que se hunde con más suavidad, porque ello puede indicar que queda una superficie de contacto muy pequeña entre la pastilla y el disco. Y muy relacionado con esto, otra señal es sentir que aumenta la distancia de frenado, incluso cuando las condiciones sean normales, con el asfalto totalmente seco.
Una mecánica trabaja en los frenos de un coche.
También nos da una pista el ruido metálico, ese chirrido que suena al presionar el pedal. Indica que la pastilla ya tiene muy poco grosor y el soporte metálico está rozando el disco. Es importante acudir al taller para evitar un daño importante del disco, que nos puede suponer un coste económico importante.
Y la última es la aparición de un testigo luminoso en el cuadro de mandos, algo habitual en los coches modernos pero no en los que ya tienen unos años. Unos sensores miden el desgaste de las pastillas y cuando aparece el testigo no deberíamos esperar más para sustituirlas.
¿Cuánto duran?
No se puede hablar de cifras exactas e inamovibles si pensamos en la durabilidad de las pastillas, porque dependerá de su calidad, de las carreteras (o caminos) por los que circulemos y del estilo de conducción que practiquemos, pero lo habitual es que haya que cambiarlas cuando hayan recorrido entre 30.000 y 50.000 kilómetros. Si usamos mayoritariamente el coche en ciudad o si nuestra conducción es agresiva su durabilidad se reducirá drásticamente. Hay que tener en cuenta que las pastillas delanteras se desgastan más, porque el peso del motor les hace soportar más carga en la frenada.
Cómo comprobar su estado
Más allá de las señales que indican su desgaste, es bueno inspeccionar las pastillas de vez en cuando para ser consciente de su estado. No siempre es posible verlas directamente y a veces será necesario desmontar las ruedas para ver qué grosor tienen. Si es menor a 3 milímetros hay que sustituirlas sin demora. De lo contrario, además del riesgo que supone una frenada menos eficaz, podrían dañar el disco. También hay que observar cómo está la superficie de las pastillas. Si vemos un desgaste irregular, grietas o cristalización deberemos pensar en cambiarla.
Dos tipos, diferentes desgastes
La durabilidad de las pastillas de freno depende en buena parte de su material de fabricación. Así, se desgastan más rápidamente las pastillas orgánicas, que tienen la ventaja de ser más silenciosas y más suaves, mientras que duran más las semimetálicas o cerámicas, que aguantan mejor el calor y se recomiendan para vehículos que recorren largas distancias o que se usan con intensidad.