Cuánto ha cambiado el fútbol. Tanto como la vida misma. El paso del tiempo y una progresiva mayor exigencia, con un calendario de lo más sobrecargado, han permitido digitalizar, modernizar y amortizar los esfuerzos que han de hacerse, cada vez más dosificadamente, antes de que el show comience un ejercicio tras otro.
Las competiciones llegan antes, y por ende, el final de las vacaciones, también. Lo que antaño significaba empezar a soltar el kilito de más que los excesos y la ausencia de la actividad habitual habían provocado a finales de julio, hoy día se ha convertido en que el punto de partida sea a lo largo de los diez primeros días del mes. Quién que peine canas no recuerda, centrándose en el Athletic, aquel clásico que causaba furor en el vetusto campo de Fadura. La tradición rezaba que los leones lo visitaban cuando el Getxo apenas había tenido ocasión de soltar las primeras agujetas postvacacionales.
Pero no solo eso. Los hábitos de entrenamiento han ido modificándose, y la disputa de partidos de carácter amistoso como test que sirven para ir cogiendo cierto punto de forma a medida que van pasando las semanas, también han tomado otro cuerpo.
El Barcelona fue uno de los precursores en sacar, y hasta cierto punto imponer, la moda de salir al extranjero con sus incontables 'stages' en la localidad neerlandesa de Papendal -célebre por aquel escándalo con Alexanko en el punto de mira-, donde el cuadro bilbaíno fue a parar allá por 2007. Para equipos que no eran de primerísima fila costaba encontrar y contar con un enemigo de caché para redondear toda la fase de preparación.
Más nivel enfrente y menos días fuera
Nada que ver con la actualidad, en la que en unas pocas fechas te enfrentas a conjuntos Champions. Claro ejemplo es lo que los de Ernesto Valverde van a encarar en breve ante PSV Eindhoven, Liverpool y Arsenal.
Además, durante algo más de dos décadas se estilaban las concentraciones, de entre una y dos semanas, a fin de salir de la rutina, aislar al grupo, sacarlo de casa para gozar de mayor tranquilidad y tener por rivales a auténticos desconocidos que también pusieran en dificultades las propias virtudes, más considerando que solían llevar algo más de rodaje aunque fueran de alguna categoría inferior.
Cada maestrillo, su librillo
En Papendal, a las afueras de Arnhem, donde, como no cabía esperar otra cosa, se jugó en varias ocasiones, fue donde se estrenó lejos de la península ibérica Joaquín Caparrós, quien, con su Sevilla, fue un enfervorizado amante de la brisa atlántica que proporcionaba en plano estío Isla Canela. Y para allá se fue el Athletic, que previamente, se había estrenado en estas lides, allá por la década de los 80. Todo comenzó con un torneo en la ciudad de Brujas -después llegaron otros, como en Florencia o Casablanca- y con Howard Kendall como míster, también por los Países Bajos, tal y como posteriormente hiciera a comienzos de este siglo el Txingurri, al que más tarde le gustó ir a Leogang, en Austria. Oisterwijk, Winterswijk, o en Alemania Oberstaufen, cuando Jupp Heynckes pasó por Bilbao en su primera etapa, han sido otros 'paraísos' veraniegos elegidos desde Ibaigane.
Después fue Luis Fernández quien eligió su país, Clairefontaine, el hogar de la selección francesa, campeona mundialista poco después. Los rojiblancos pasaron por los Alpes galos en Tignes, o por tierras británicas en Chester con el siempre recordado Txetxu Rojo. Son unos de tantos ejemplos.
Desde luego, la metodología ha variado tanto que todo aquello suena a prehistórico, cuando en la actualidad la programación que se estila, se destina a economizar kilómetros y horas de viaje, que un vuelo chárter, que años atrás costaba ver, resuelve el asunto con absoluta facilidad. Y mientras, Lezama se bunkeriza cuando, en unas instalaciones que las actuales nada tienen que ver, era una completa fiesta popular. El romanticismo se imponía antes de que se emprendiera rumbo, preferentemente al norte del continente, para evitar los rigores caniculares.
Escaso kilometraje a la espera de que llegue lo gordo, habiendo que moverse por toda Europa y con mayor frecuencia que en aquellos pretéritos tiempos, a no ser que los compromisos publicitarios y ese caballero llamado don dinero se impongan en forma de compromisos, obligando a cruzar el charco e incluso visitar el imperio del sol naciente. Las pretemporadas, concertando hasta menos de la mitad de partidos, que llegarán a grandes dosis cuando el balón eche a rodar en serio, claro está, al haberse convertido en asuntos mercantilistas o escapadas meramente esporádicas, ya no son lo que eran.