Solo el Giro de Italia consuela a Turín, testigo de la caída de la Juventus, que no tiene nada que celebrar. El club de la familia Agnelli, el equipo que colecciona scudettos a dos tintas, en negro y blanco, que conjuga la eficacia y victoria a modo de una cadena de montaje, es un suspiro y un lamento. El torneo doméstico se lo han llevado las lenguas bronceadas del burlón Inter de Milán. Nada es como antes en la Juventus, capaz de soldar nueve scudettos de manera consecutiva sin torcer el gesto. Una factoría de la victoria. El emblema de Italia. Durante muchos años Luciano Moggi, Lucky Luciano para el Calcio, se las arregló para cuadrarlo todo desde el salón noble del club, con elección de árbitros incluido. La Juventus vencía sin piedad. La cultura del triunfo. La Vecchia Signora, que transitó por la segunda división por el trampantojo, es hoy una anciana triste. Probablemente le reconforte la algarabía del Giro, su color rosa, su vigor, su ímpetu, su energía y su irreductible historia, el álbum de familia de Italia.
La carrera que cose de rosa la bota de Italia y el puntapié de Sicilia, que alimentó el país con las migas de la pasión y la esperanza del futuro en la posguerra, que evitó el guerracivilismo porque en la carretera se disparaban Coppi y Bartali, –elevados a los altares del imaginario colectivo a través de la representación de la Italia de izquierdas y la católica, pacata, pía y conservador– da la hora en Turín. La capital piamontesa pone hoy el reloj en marcha con una crono de 9 kilómetros que servirá para el despegue del Giro, que finalizará el 30 de mayo con otra contrarreloj, esta de 24,9 kilómetros en Milán, con el Duomo de centinela. Al fin campanas de boda y celebración. El Giro restañará la nostalgia de Turín y se sumará a la fiesta de Milán. Ni el fútbol puede con su poder de convocatoria.
El tañido del Giro atrae irremediablemente a Mikel Landa, enfrentado a la carrera que más ama tras su flirteo con el acento francés del Tour, tan dorado y achampanado su fulgor. El ciclista de Murgia acumula en la Corsa rosa sus postales más emocionantes, su llanto y su alegría. Su descorche en el podio de 2015, sus triunfos en Madonna di Campiglio y en Aprica. Su paisaje sonriente en Piancavallo, cumbres que enmarcan al alavés, cuarto, a ocho segundos del podio, en su última incursión en el Giro de 2019. Landa regresa al Giro con la misión de ganarlo. "La aproximación ha sido perfecta. Mikel ha corrido lo que ha querido y llega como él quería llegar. No ha tenido ni cinco minutos de contratiempo", establecen desde el entorno del ciclista ante una carrera que se homenajea a sí misma en cada cuadrante. No puede ser de otra manera.
El Giro es un laberinto que se corre por los alféizares de algunas de las montañas más majestuosas. El paisaje que estimula a Landa. Esas vistas panorámicas desde las bóvedas Italia han seducido a unos aventureros de alta alcurnia que se medirán a una carrera con ocho finales en alto y 47.000 metros de desnivel en sus 3.479 kilómetros de costura. El Giro es una carrera que toquetea los tejados de las grandes cumbres, sus catedrales, donde sobresalen los finales en el Monte Zoncolan, Cortina de Ampezzo y Alpe Motta. La carrera totaliza ocho finales en alto diseminados durante las tres semanas en la etapas: cuarta (Sestola), sexta (Colle San Giacomo), novena (Campo Felice, Rocca di Cambio), decimocuarta (Monte Zoncolan), decimosexta (Cortina d'Ampezzo), decimoséptima (Sega di Ala), decimonovena (Alpe di Mera) y vigésima (Alpe Motta). La llegada en Zoncolan, coloso alpino de casi 10 kilómetros con una pendiente media del 12% y un tappone dos jornadas después que hará cumbre en Cortina d'Ampezzo serán los dos hitos que decidirán en gran medida los opositores a la victoria final en Milán. La etapa de los bellos y salvajes Dolomitas contará con el Paso Fedaia (Montagna Pantani), el Paso Pordoi (Cima Coppi) y el Paso Giau antes de la meta en la ciudad que albergará los Juegos Olímpicos de Invierno 2026. Los que resistan, se la jugarán en la crono de cierre entre Senago y la capital lombarda de 24,9 kilómetros.
LOS CANDIDATOS El latifundio de los eslovenos en el Tour, el reinado de Pogacar y Roglic, ha empujado a que el cometa del Giro gane altura. Egan Bernal, que fuera monarca del Tour en 2019, se presenta con la idea de recuperar el aroma de campeón una vez la espalda le ha dejado de mortificar. Esa lesión le arrancó del Tour de 2020. El gozne de la espalda se lo oxidó la largura de las piernas. Bernal tiene una pierna más larga que la otra y el Ineos sostiene que ese fue el origen de su deambular por el Tour de la pasada campaña. Una año antes, eso no imposibilitó su triunfo. Rearmado el colombiano, acompañado por Sivakov o Daniel Martínez, también se arquea Vincenzo Nibali, que alcanza el Giro después de reparar su fractura de muñeca. El viejo Tiburón quiere mostrar aún su mordida. En el extremo opuesto del calendario, pero también desde el parte médico, surge Remco Evenepoel, el fulgurante. El joven cohete belga se quebró en el Giro de Lombardía de la pasada campaña tras una terrorífica caída. Evenepoel, dice, tratará de colaborar con Joao Almeida, la otra opción del Deceuninck, que visitó la maglia rosa durante dos semanas en el Giro de la pandemia.
Simon Yates, barrido el pasado curso, recupera el pulso ante el Giro, la carrera que mejor se adapta, aunque aún le atraviese el rayo de Froome en la Finestre, cuando el británico desafió todo lo conocido para introducirse en el túnel del tiempo y emular a Coppi. Romain Bardet, harto de estrellarse en el Tour, de la presión de ser la esperanza gala, capitaneará al DSM, donde despunta Jai Hindley, segundo en 2019. El australiano se encuentra ante un acto reivindicativo. Vlasov será la estrella de general del Astana y Hugh Carthy el capitán del Education First tras su tercer puesto en la Vuelta de 2020. Buchmann será el hombre fuerte del Bora, agitado por la purpurina de Sagan. El Movistar presenta la candidatura de Marc Soler, que mostró su mejor versión en el Tour de Romandía, donde conquistó una etapa y vistió de líder. Después asoma Domenico Pozzovivo, siempre regular en el Giro. Dan Martin es otro dorsal para pelear por los puestos de honor. En ese club de la lucha quiere sobresalir Landa, dispuesto a conquistar el cielo rosa.