Vida y estilo

La parada obligada del Camino de Santiago donde disfrutar de una buena alubiada

El vecindario de Puente la Reina está acostumbrado a ver en sus calles todo tipo de razas y condiciones. Es gente de paso que procede de los cinco continentes y tiene una meta común: Santiago de Compostela. Uno de los símbolos más característicos de dicha
El puente románico de Puente la Reina desprende elegancia y sobriedad sobre el río Arga.
El puente románico de Puente la Reina desprende elegancia y sobriedad sobre el río Arga. / Javier Bergasa

Me van a permitir que enmiende la plana a Machado al afirmar que “sí hay camino” al referirme a la ruta pedestre más antigua y mejor considerada, el Camino de Santiago, Patrimonio de la Humanidad. A lo largo de los siglos lo han trazado los peregrinos llegados de los rincones más apartados del planeta, todos unidos por una sola idea y un afán de hermandad. Atraviesa cinco comunidades autónomas y 116 ciudades y pueblos, e incluye más de 1.800 construcciones de interés histórico.

Portada de la Iglesia de Santiago.

Portada de la Iglesia de Santiago. Begoña E. Ocerin

Uno de los puntos más icónicos del trayecto es Puente la Reina, en Navarra, localidad nacida en torno a uno de los puentes románicos más bellos de la ruta jacobea. Su imagen es repetida con admiración a pesar de que no corresponde a la primitiva. Además de los torreones situados en sus extremos, el puente tuvo originalmente uno más en la parte central de sus 110 metros de longitud.

En su interior había una capillita con la efigie de la Virgen del Puy labrada en piedra que adquirió notable fama por la leyenda del txori (pájaro en euskera). Dice el sentir popular que un pájaro se encargaba de limpiar la cara de la Virgen con su pico y sus alas.

Peregrinos en Puente la Reina.

Peregrinos en Puente la Reina. Begoña E. Ocerin

¿Quién es la reina de referencia?

El puente es de una amplitud colosal. Desde el punto de vista arquitectónico dispone de siete arcos de medio punto; el más oriental, bajo tierra, junto a la Casa del Vínculo. Sobre cada uno de los respiraderos se abren arquitos que a la vez aligeran el peso y sirven de aliviadero cuando se encrespa el río Arga.

La obra, que se llevó a cabo en el siglo XI, promovió la creación a su alrededor de una población que hoy se conoce como Puente la Reina – Gares. Queda en el aire quién es la reina de su denominación. Hay quienes opinan que se trata de doña Mayor, esposa del rey Sancho el Mayor, y los que inclinan sus preferencias por doña Estefanía, esposa del rey García, el de Nájera.

De lo que no hay duda es que fue el rey Alfonso el Batallador quien le dio acta de fundación en 1122. Eran tiempos convulsos que requerían sistemas de defensa ante los frecuentes ataques banderizos que se daban. De ahí que aquellos primeros pobladores, muchos de ellos procedentes de las aldeas inmediatas, la importante comunidad de judíos que llegó a disponer de una sinagoga y los francos que buscaban el beneficio del Camino de Santiago, construyeran una muralla que les protegiera.

El medievo, presente en las viejas calles.

El medievo, presente en las viejas calles. Begoña E. Ocerin

Residencia de reyes

La muralla llegó a tener 21 torres y cuatro puertas, además de foso y barbacana. La ciudad fue creciendo en su interior en torno a una calle principal, la actual Rúa Mayor, varias paralelas y los cantones correspondientes. Los peregrinos entraban por la Puerta de Suso, denominada popularmente Puerta del Reloj en atención al medidor del tiempo que existía en su fachada y continuaban la ruta hacia el puente.

La villa fue tomando auge al disponer de plaza del mercado, carnicerías, varios molinos harineros, dos iglesias, las de San Pedro y, por supuesto, Santiago, dos hospitales… No es extraño, por tanto, que los reyes de Navarra escogieron a Puente la Reina como lugar de residencia en sus idas y venidas a la Merindad de Estella. Se hospedaban en el Palacio del Rey, donde se firmaron el fuero de Inzura por el rey Sancho VII el Fuerte en 1201 y el Tratado con Castilla por parte del Príncipe de Viana en 1451.

Imponente torre de la Iglesia del Crucifijo.

Imponente torre de la Iglesia del Crucifijo. Begoña E. Ocerin

Un crucifijo distinto

Me he permitido recorrer Puente la Reina en plan peregrinaje con un grupo que viene de Otawa, Canadá. He conocido a sus componentes junto al Monumento al Peregrino situado en la carretera de Pamplona. Como me aseguran que no precisan visitar el albergue, situado a dos pasos, enfilamos la calle central para hacer una merecida parada en la iglesia del Crucifijo, levantada en el siglo XII.

Fueron los Templarios quienes levantaron el templo original así como el monasterio que existió junto a él. En su lugar se construyó, en el siglo XV, la actual iglesia que conserva el pórtico original de estilo románico. Por cierto que uno de los arcos por encima del pórtico está formado por conchas como las que portan los peregrinos. Pero lo que más nos llama la atención es el interesante crucifijo que preside el recinto, una talla del siglo XIV distinta a las habituales en las que Jesucristo tiene los brazos en línea. Éste de Puente la Reina los tiene formando clarísimamente una “uve”.

Entrada al puente desde uno de los torreones.

Entrada al puente desde uno de los torreones. Begoña E. Ocerin

Un legado carlista

Unos metros más adelante, en dirección hacia el puente, se pueden ver unas aspilleras que se conservan en recuerdo de los tiempos en que todo el valle de Valdizarbe estuvo ligado al carlismo. Dada su situación de privilegio, Puente la Reina se convirtió en un importante centro de operaciones al estallar la primera guerra entre carlistas y liberales en 1833.

Algunas casas de la villa, la tapia de esta calle y las del monasterio del Sancti Spiritus, se acondicionaron con troneras para la fusilería. Como resultado de la sucesión de guerras, muchos puntos de la ciudad cambiaron su aspecto, sobre todo las tradicionales ermitas de los altos que fueron sustituidas por fortines y puestos militares armados con cañones.

Callejear por Puente la Reina es una experiencia muy singular. Conchas, báculos y peregrinos de distintas lenguas forman parte del paisaje urbano. Sus estrechas rúas medievales te permiten descubrir joyas arquitectónicas en forma de señoriales edificios y abundantes comercios con toque añejo que te trasladan a épocas pasadas. Pero hay templos, como el de Santiago, que requieren una mayor atención.

El primitivo templo se construyó en el siglo XII. Evidentemente, su dedicación a Santiago era obligada. Más tarde, cuando se tuvo que renovar el edificio se derribó su torre y las tres naves de que disponía. La nueva iglesia aprovechó algunos muros y portadas, ampliando su espacio y consiguiendo un edificio de dimensiones catedralicias.

Casa natal del compositor Emilio Arrieta.

Casa natal del compositor Emilio Arrieta. Begoña E. Ocerin

Cuando entre en esta iglesia no deje de ver la imagen de Santiago Peregrino, una talla de madera del siglo XIV. Todos la conocen como beltza (negro), calificativo popular que se le ha dado en atención a la pátina oscura que tiene su madera.

En el numero 89 de la Rúa Mayor encontramos la casa natal de Emilio Arrieta Corera, un compositor del siglo XIX de muy humilde cuna que tuvo la oportunidad de estudiar en Madrid y más tarde en Milán, donde recibió un Premio de Composición del mismísimo Teatro de la Scala. Cuando regresó lo hizo con toda la pompa y el boato que tal distinción le permitía.

Fue profesor de canto de la reina Isabel II lo que le permitió llegar a ser compositor de la Corte. Emilio pasó a la posteridad por un título que alcanzó enorme popularidad, Marina.

Unos pasos más adelante encontramos el torreón que nos avisa de la presencia del Puente la Reina, origen de un enclave medieval muy bien conservado donde se unen las dos vías principales del camino jacobeo francés; la procedente de Orréaga - Roncesvalles y la de Somport. A partir de aquí… “todos los caminos de Santiago se hacen uno solo”.

Pochas blancas, un plato típico de la zona.

Pochas blancas, un plato típico de la zona. Begoña E. Ocerin

GASTRONOMÍA

Uno de los santuarios del buen comer y beber de Puente la Reina lo encontramos a un paso del Ayuntamiento, cerca de la Plaza Mena. Se trata de La droguería, establecimiento montado en viejísimo edificio cuyos pilares han sido no sólo respetados, sino que se muestran con legítimo orgullo.

La bodega tiene una atractiva cocina y varios ambientes, incluso uno exterior, para degustar las pochas blancas, los pimientos de piquillo, o unas alubias rojas, entre otros productos típicos que pueden ir regados con delicioso vino de la tierra.

2025-01-12T08:06:07+01:00
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