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Esta semana arrancaba la ronda de dieciseisavos del campeonato de copa. Una fase en la que entraban los equipos que jugarán la Supercopa en Arabia en enero y los, a priori, favoritos para llevarse el trofeo: FC Barcelona, Real Madrid, Athletic Club y Atlético de Madrid.
Esta competición es el torneo del pueblo, donde un equipo humilde y sin apenas recursos puede apear a los más grandes. Sin ir más lejos, esta semana ya han caído cinco primeras a manos de rivales de menor división. El Villarreal, uno de los aspirantes al título de Liga, protagonizó la caída más sonada al verse superado por la intensidad del Racing de Santander en El Sardinero, perdiendo 2-1 en una noche fatídica para el Submarino Amarillo. No caminó solo en la desgracia: el Celta de Vigo se vio envuelto en un intercambio de golpes en el Carlos Belmonte del que salió perdedor ante el Albacete con un gol épico de Jesús Vallejo que forzaba la prórroga, mientras que el Mallorca hincó la rodilla en Riazor ante un histórico como el Deportivo de La Coruña (1-0).
La lista de damnificados continuó con el Getafe, incapaz de frenar el empuje del Burgos en El Plantío, y el Levante, que, pese a su etiqueta de equipo de la máxima categoría, cayó ante la Cultural Leonesa.
Para entender por qué la Copa del Rey es hoy un "torneo del KO" tan emocionante, hay que mirar atrás y ver las vueltas que ha dado el reglamento. Históricamente, el torneo se jugaba a doble partido, un sistema que protegía mucho a los grandes, porque si fallaban en la ida, lo arreglaban en la vuelta en casa.
Hubo un primer intento de cambiar esto entre las temporadas 2000/2001 y 2004/2005, cuando se probó el partido único en las primeras rondas, lo que nos dejó sorpresas míticas como la eliminación del Real Madrid ante el Toledo. Sin embargo, a partir de la 2005/2006 y durante casi quince años, se volvió al formato conservador de ida y vuelta que hacía muy difíciles las gestas de los modestos.
Sin embargo, ya sea a partido único o doble partido, este torneo no ha dejado indiferente a nadie a lo largo de su historia.
Un filial subcampeón de copa
La edición correspondiente a la temporada 1979/1980 será recordada como una de las más emblemáticas, surrealistas, y a su vez irrepetibles, ya que el reglamento actual lo impediría completamente.
El Real Madrid Castilla —segundo equipo del Real Madrid— logró llegar a la final de la Copa del Rey con mucho más mérito si cabe: todas las eliminatorias se jugaban a ida y vuelta. Para llegar a la final, el filial madridista tuvo que superar a cuatro equipos de Primera División a lo largo de 180 minutos, lo que elimina casi por completo el factor suerte. Dejaron por el camino al Hércules, al Athletic Club —ganando en San Mamés—, a la Real Sociedad y al Sporting de Gijón, al que remontaron un 2-0 de la ida con un 4-1 en la vuelta.
Aquella trayectoria desembocó en una final inédita el 4 de junio de 1980 en el Santiago Bernabéu: Real Madrid contra Castilla. El primer equipo no dio opciones y se llevó el título con un 6-1, pero el partido dejó la imagen única de dos plantillas del mismo club disputándose el trofeo.
Aquella final fue más una fiesta blanca que otra cosa, ya que ambos equipos celebraron juntos la victoria al término del encuentro. Sobre esto, Paco Machín, uno de los protagonistas del equipo 'B' en esa final, comentaba lo siguiente en 2020: "No metíamos la pierna. No salimos mentalizados para una final de Copa del Rey. La semana de entrenamiento fue rarísima, nos mandaron a Navacerrada, allí perdidos, sin hacer nada... De risas, vamos, y cuando llegas al partido y te quieres dar cuenta, te han hecho dos. No estoy nada orgulloso de aquella final. Teníamos que haber dado más guerra al Madrid. Qué tontos fuimos en aquella final", declaró.
Como el Madrid también había ganado la Liga, el Castilla obtuvo el billete para jugar la Recopa de Europa la temporada siguiente, lo que hace aún más inverosímil el hito.
Los otros campeones
Uno de los grandes campeones sigue siendo el Deportivo de La Coruña de la temporada 2001/2002. Su victoria trasciende lo deportivo para entrar en el terreno del morbo. El escenario estaba preparado para la mayor fiesta del madridismo: final en el Santiago Bernabéu el 6 de marzo de 2002, el día exacto en que el Real Madrid cumplía 100 años. Sin embargo, el "Súper Depor" de Irureta reescribió el guion con un 1-2 inolvidable. Los goles de Sergio y Tristán en la primera parte silenciaron el estadio y aguaron el Centenario blanco, entregando a los gallegos su segunda Copa —ya habían ganado la de 1995 en la famosa "final del agua" contra el Valencia— y acuñando el término "Centenariazo".
Pocos años después, el Real Zaragoza reclamó su estatus de especialista en el torneo con una gesta similar. En 2004, en el estadio de Montjuïc, el conjunto maño se enfrentó al Real Madrid de los "Galácticos". Contra todo pronóstico, el equipo dirigido por Víctor Muñoz llevó el partido a la prórroga y se impuso 2-3 gracias a un gol de Luciano Galletti en el minuto 112. Aquel título, el sexto de su historia, confirmó al Zaragoza como una bestia negra para los grandes en el formato del KO.
El inicio del siglo XXI fue, de hecho, la edad de oro de las alternativas. En 2003, el RCD Mallorca levantó su primer y único título de Copa en Elche, goleando 0-3 al Recreativo de Huelva con una actuación estelar de Samuel Eto'o, quien pagó de su bolsillo una paellada gigante para celebrar con la afición. Dos años más tarde, en 2005, fue el Real Betis quien tocó el cielo en el Vicente Calderón. Un gol del canterano Dani en la prórroga ante Osasuna (2-1) devolvió la gloria a los verdiblancos casi tres décadas después de su anterior conquista en 1977.
Todas estas gestas, y las que aún quedan por llegar, hacen de esta competición una diferente, bonita y especial.
En un planeta en el que los clubes ricos cada vez son más poderosos en detrimento de los pequeños, urgen torneos que den resquicios a estos últimos para seguir reclamando su sitio en el mundo del fútbol.