Hay promesas que no siempre se cumplen, regalos que bien pueden parecer manzanas envenenadas. Y, fruto de ellas, los sueños también pueden terminar rotos en mil pedazos. De promesas saben sobradamente las mujeres que en octubre de 1961 despegaron en un avión de Madrid con destino a Australia. Ciento catorce almas, equipadas con sus sueños y temores, se dirigieron entonces al fin del mundo. Entre ellas encontramos a Elisa, una joven asturiana que se une a la expedición movida por la promesa de que allí encontrará al padre de su hijo, mientras el resto acuden a ese viaje con la certeza de que podrán hallar un futuro mejor bajo la conocida como Operación Marta.
¿Cómo llegó esta historia a manos de la guipuzcoana Celia Santos (Bergara), que ahora ha dado forma al relato en El país del atardecer dorado? Tal y como ella misma nos cuenta, “esto llegó a mis manos a través de un artículo del periódico que hablaba de una de estas Martas, de estas mujeres que en los 60 se fueron a Australia y hace unos años, tras su jubilación, se volvió a Asturias”. A partir de ahí, Santos empezó a investigar sobre esta Operación. “Me enganchó la historia por lo fascinante y por lo terrible a la vez”, señala.
Con Elisa, en este viaje se embarcaron un centenar de mujeres, pero según las investigaciones de Santos se estima que hubo más de 700. “Estas operaciones enviaban a las mujeres solteras, católicas y entre 22 y 30 años. Les ofrecían una oportunidad de trabajo en Australia, donde iban a cobrar cuatro veces lo que cobraban en España”, nos cuenta, al tiempo que añade: “En una época en la que estábamos bajo el yugo de la dictadura y había una crisis que en muchas zonas se pasaba hambruna, cualquier oportunidad era buena para salir y respirar un poco, poder de esa manera mantener a las familias y llenar los estómagos”.
Cuando partieron, sin embargo, todas ellas dejaron atrás todo lo que conocían. La protagonista de esta historia, Elisa, lo hace además dejando atrás a su hijo para buscar al padre de este. “El personaje de Elisa engloba muchas Martas, y he querido reflejar en ella una especie de vacío moral, una laguna porque durante esas campañas en el anuncio pedían mujeres jóvenes, católicas, y solteras, pero en ningún momento dijeron que no tuvieran hijos. Muchas aprovecharon ese vacío legal para empezar una vida nueva en otro país”, explica la autora, que para esta novela tampoco ha dejado a un lado la amistad entre mujeres y los guiños al hogar que le vio nacer, Euskadi. “Intento que la sororidad esté presente”, señala sobre el primer tema, mientras que sobre esos pequeños homenajes a Euskadi nos cuenta que siempre intenta meter Bergara en sus novelas. “Es que además es cierto que la comunidad vasca en Australia es muy importante. Los primeros vascos llegaron a Australia a mediados del siglo XIX, pero sobre todo a finales del XIX y principios del XX”, nos cuenta. El pueblo que se menciona en la novela, sin ir más lejos, llegó a tener un alcalde vasco, nos anuncia la autora, y el frontón existe de verdad.
En definitiva, si nos sumergimos en El país del atardecer dorado, encontraremos entre sus páginas una novela histórica, con un componente romántico, pequeños detalles propios del thriller y todo ello aderezado con el componente característico de las novelas de aventuras. Una historia que nos acercará al pasado, a un episodio de la historia para muchos desconocido.