La arquitectura escolar importa: espacios que cuidan la vida en los centros educativos

Actualizado hace 24 segundos

Cada mañana, niñas y niños cruzan la puerta de sus centros educativos y entran en un lugar que influye en la manera en la que transcurre su día. La luz que entra por las ventanas, la manera en que se distribuyen los pasillos o cómo se abre el patio al recreo generan un ambiente que acompaña la experiencia escolar.

Durante mucho tiempo, se habló de infraestructuras en términos muy técnicos. Ahora pesa más otra mirada, más cercana a la vida diaria. La temperatura, la ventilación o el nivel de ruido condicionan cómo se está en un centro, y eso se nota en el ánimo del alumnado, en la energía del profesorado y en la forma en que se relaciona la comunidad educativa. Sobre el papel pueden parecer detalles, pero en la práctica determinan si un espacio invita a estar, facilita concentrarse o ayuda a que el día se desarrolle con más calma.

La luz que entra por las ventanas influye en el ambiente que se genera en el ambiente escolar. Cedida

En Euskadi, esta sensibilidad ha ido calando en la red educativa y en las decisiones públicas que afectan a los centros.

Centros que se adaptan al presente

En distintos municipios se están impulsando actuaciones que responden a esta forma de entender la arquitectura escolar. En Gasteiz se levantará un nuevo edificio para Aldaialde; en Leioa continúa la construcción del instituto Barandiaran; y en Urnieta está en marcha la nueva edificación de Egape. En Legutio, Ea o Itsasondo se prevén mejoras que permitirán actualizar centros muy vinculados a la vida del municipio. También habrá intervenciones en Lantziego y Astigarraga, donde la renovación de espacios tendrá un impacto directo en la actividad diaria del centro. Son algunos de los proyectos que marcarán los próximos años, pero no son los únicos.

Cada escuela parte de una realidad distinta. En algunos casos se reorganizan accesos para hacerlos más cómodos; en otros se actualizan zonas comunes que se han quedado pequeñas o se replantean patios que hoy concentran buena parte de la vida escolar. Son solo ejemplos de un catálogo más amplio de decisiones, que se combinan de manera diferente en cada centro según sus necesidades. Con esos cambios, el profesorado gana margen para aplicar las metodologías educativas e innovar, organizar el grupo con menos rigidez o crear rincones donde leer, investigar o hacer proyectos con tranquilidad. La forma del edificio se convierte, así, en una aliada del aprendizaje.

La red educativa vasca es muy diversa. Conviven centros grandes en zonas urbanas con escuelas pequeñas en entornos rurales, edificios recién inaugurados y otros que llevan décadas acompañando a varias generaciones. Atender bien esa realidad requiere una planificación que mire lejos y que avance paso a paso. En esa dirección se sitúa Hezkuntza Eraiki 2030, el plan de infraestructuras del Departamento de Educación para el periodo 2025–2030, que prevé una inversión global de 750 millones de euros para actualizar la red pública allí donde más falta hace.

Una escuela más sostenible y mejor preparada

La sostenibilidad es hoy una preocupación y una responsabilidad de toda la sociedad, de las administraciones y también de las familias y de los propios centros educativos. Por eso cobra sentido que los espacios educativos se diseñen con criterios de cuidado ambiental, incorporando soluciones como paneles solares, sistemas de geotermia, un buen aislamiento o un uso más ajustado de la energía. Además de hacer los espacios más confortables y más respetuosos con el medio ambiente, estas decisiones trasladan a niñas y niños un mensaje claro sobre cómo relacionarse con los recursos y con el entorno que les rodea.

La accesibilidad forma parte de esa misma idea de cuidado. Pensar los edificios para que los espacios faciliten la participación de todo el alumnado —eliminando barreras, afinando recorridos o mejorando accesos— permite que cada alumna y cada alumno se mueva con autonomía y se sienta parte de la vida del centro.

La eliminación de barreras permite que el alumnado se mueva de forma autónoma y se sienta parte de la vida del centro. Cedida

También la forma de entender la tecnología está cambiando. El proyecto Ikaslab ofrece espacios amplios y flexibles, con mobiliario móvil y dispositivos al servicio de la práctica educativa. Se trata de crear entornos donde el alumnado pueda reorganizarse con facilidad y participe más, y donde el profesorado disponga de recursos para combinar explicaciones, trabajo en equipo y actividades más autónomas. El espacio se convierte así en un recurso para enseñar y aprender de forma diferente.

En este contexto, los patios y otros espacios comunes han ido ganando peso. Son lugares donde se construyen relaciones y se libera parte de la tensión del día. Cuando un patio se renueva —con algo de sombra, un rincón tranquilo, algunos bancos o algo de vegetación— el recreo se vive de otra manera. Niñas y niños que antes no encontraban su sitio pasan a tener un lugar donde estar y relacionarse.

En Euskadi, este camino continuará en los próximos años. Nuevas construcciones, reformas y mejoras de distinta escala buscan acompañar el aprendizaje y el crecimiento de niñas y niños, y prestar atención a los lugares donde se aprende, se convive y se construye comunidad. Atender bien esos espacios ahora es una forma de pensar también en el futuro de quienes crecen y se desarrollan en ellos.