Me resultó muy familiar la proclama del gran triunfador de los últimos premios Goya, Rodrigo Sorogoyen, al recoger su estatuilla. "Energía eólica, sí, pero no así", gritó el director de 'As bestas', en lo que me sonó a la misma letanía que llevo escuchando en este terruño a los máximos expertos en combinar la reivindicación de las energías alternativas con el rechazo de cualquier iniciativa para hacerlas realidad.
Lo estamos viendo ahora con los dos proyectos de parques eólicos recién anunciados pero, si cabe, con más vigor en los muchos otros que no han pasado del plano, la solicitud, o la mera intención, precisamente por el visceral rechazo de los paradójicos apóstoles de la sostenibilidad fetén.
Soy el primero en comprender que unos molinos gigantes que se ven a kilómetros no acaban de cuadrar con un paisaje idílico. Por eso quisiera conocer la alternativa, si es que la hay. Porque lo que no acaban de desarrollar ni Sorogoyen, ni los protestantes locales, es la segunda parte de la consigna. Si dicen "pero no así", se sobreentiende que sí hay una forma correcta de hacerlo.
Fíjense lo que avanzaríamos todos si nos lo contaran, de modo que pudiéramos dejar de perder el tiempo en tirarnos los trastos a la cabeza para aplicarnos en la tarea, Oigan, que el mágico 2030 ese de los objetivos maravillosos está a la vuelta de la esquina.
Sin embargo, al requerir una concreción del resultón lema nos encontramos con un encogimiento de hombros o, en el mejor de los casos, con una ocurrencia irrealizable y/o ineficiente.
Pero claro, es más cómodo abrazarse a los bonitos y blandos eslóganes que a la fea y dura realidad.