Escuchando ayer a Miren Gorrotxategi me acordé de aquel tipo despistado, vamos a decirlo así, que yendo por la autopista en sentido contrario iba lanzando improperios contra los conductores que circulaban por los carriles correctos.
Según la portavoz parlamentaria de Elkarrekin Podemos, su formación no puede estar fuera del pacto educativo vasco, de lo que se desprende que son los otros grupos los que se han salido. Ocurre que eso no es verdad ni por aproximación.
La semana pasada quedó claro que a los rojimorados se les hace un mundo permanecer en un consenso que piensan que no les renta votos y por eso volvieron a amenazar con el portazo, poniendo como excusa la concertación de aulas para niñas y niños de 2 y 3 años, algo que está vigente desde finales de junio.
Aunque sea una pena, es del todo comprensible y respetable que Elkarrekin Podemos no quiera participar de un acuerdo en el que se siente a disgusto y que entiende que no le beneficia electoralmente. Lo honrado y valiente en ese caso sería comunicarlo sin ambages y hacerse a un lado.
Pero no. La fuerza de la que es portavoz Gorrotxategi insiste en amagar y no dar. Ya cuando se dio a conocer el primer borrador sintió la necesidad de aclarar que firmaba a regañadientes y, en los meses sucesivos, ha ido escenificando dos o tres desmarques sin terminar de romper la baraja.
Quizás PNV, EH Bildu y PSE, los tres partidos que, a pesar de las diferencias, siguen comprometidos con la futura ley educativa tengan que ponerse serios de una vez con quien ejerce de perro del hortelano.