Durante la noche del 26 al 27 de octubre, 681 voluntarios recorrieron las calles de 23 municipios de los tres territorios de la demarcación autonómica para hacer el censo de las personas que duermen a la intemperie. Contaron exactamente, 661, concretamente 48 en Araba, 348 en Vizcaya y 272 en Gipuzkoa. Y si va por sexos, 613 hombres, 33 mujeres y 15, que no se pudo determinar, imagino que habrá personas sabias y competentes, qué sabrán interpretar estos datos, pero a bote pronto, este humilde tecleado OR se ve abrumado por los números, 26 27 681, 23 661.
Parece la combinación perdedora de un siniestro y salvaje lote. Haría primitiva, entiendo, cómo no, la metodología cuantitativa, máxime si el origen del cómputo de congéneres que pasan la noche al relente es una pregunta parlamentaria de un grupo que se apunta al cuanto peor, mejor, como si cada historia se pudiera reducir a dígitos y porcentajes.
Desde luego, resulta comodísimo y supongo útil para la causa, tabular. Y estabulan en una hoja de excel cada una de las diferentes circunstancias personales e intransferibles que llevan a alguien a convertir en dormitorio y a veces en casa, un banco, un cajero, la entrada de un comercio o el puñetero asfalto. Yo, que en más de una y el más de dos ocasiones me he parado a charlar con hombres y mujeres que sobreviven literalmente con lo puesto, les puedo asegurar que la solución a sus problemas no es tan sencilla como contarlos. Una cálida noche de otoño.