Vaya por delante que valoro muy positivamente la evolución del Colectivo de Víctimas del Terrorismo, Covite, y en especial la de su principal portavoz, Consuelo Ordóñez. Su denuncia sin paños calientes del terrorismo de estado o su renuncia a embarrar el campo con el fin de la dispersión asumiéndolo como algo normal y legal, sitúa a su organización fuera del trazo grueso de las asociaciones oficialistas de víctimas.
Por eso confieso que me siento descolocado ante la última denuncia de Ordóñez. Desde luego que el titular es demoledor. EH Bildu presenta en sus listas a las elecciones municipales y forales a 44 ex presos de ETA, 7 de ellos con delitos de sangre.
Pero la letra pequeña diluye un tanto el potente mensaje porque mezcla los nombres de asesinos sin matices con los de otras personas sobre las que se puede tener una opinión mejor o peor, pero que no pueden ser consideradas terroristas.
Hablo, entre otros, de Hasier Arraiz, Adolfo Araiz o Teresa Toda, que parecen figurar en la relación únicamente para engordarla y proporcionar más carnaza a la caverna mediática y política, que se está dando un festín con el asunto.
Claro que es un escándalo, amén de un triste retrato de esa parte de la sociedad a la que le importa una higa o que directamente irá corriendo a votar a los matarifes, pero igual que en las webs municipales de memoria hemos defendido acusar con decimales y no caer en la tentación de mezclar literalmente churras con merinas, aquí hubiera procedido no meter en el mismo saco a beneficio de obra nombres y trayectorias que no son equiparables. Puede ser, es verdad, que esté pidiendo un imposible.