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Encuentros y desencuentros, parejas que se hacen y se deshacen, amores tan líquidos que se escurren entre las manos… Este es el diagnóstico que hace Antoni Bolinches, autor de El síndrome de las supermujeres sobre la realidad sentimental de una generación de mujeres decepcionadas y de hombres desorientados que sufren en toda su crudeza las consecuencias de los cambios sociales que ellos mismos han protagonizado. ¿Por qué este resultado tan antagónico? ¿Por qué las mujeres tienen dificultades donde los hombres encuentran facilidades? En su interesante ensayo, el reconocido psicólogo nos presenta respuestas a estos interrogantes y reflexiona sobre un nuevo e injusto fenómeno psicosocial de naturaleza sexista al que denomina “síndrome de las supermujeres”.
QUIÉN ES
Antoni Bolinches (Barcelona, 1947) es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Especialista en Psicología Clínica y máster en Sexualidad Humana. Es el creador de la Terapia Vital y uno de los introductores de la Psicología Humanista en España. Colabora habitualmente en varios medios de comunicación. Su amplia actividad clínica, pedagógica y divulgativa le ha convertido en un importante innovador terapéutico que ha creado escuela entre las nuevas generaciones de psicólogos españoles e iberoamericanos. En su bibliografía destaca: El cambio psicológico, Sexo sabio, Amor al segundo intento, El secreto de la autoestima y El nuevo arte de enamorar. Es presidente de honor de la Sociedad Catalana de Sexología y dirige el Instituto Psicológico que lleva su nombre.
El término super es polisémico, ¿qué entendemos/debemos entender por supermujer: éxito físico, intelectual, profesional, familiar, social …?
Hay un doble parámetro a partir del cual clasifico a las mujeres y supermujeres, que diferencio en varios perfiles: la conformada, la autosuficiente, la facilitadora y la reactiva. El criterio para adjudicar el superlativo, según la muestra realizada en consulta a mujeres de entre 40/60 años extensible a las de 30 que también sienten el síndrome, son mujeres atractivas, autorrealizadas, con buen nivel de formación y económico, con alto grado de seguridad y madurez. En el test de autoevaluación de su seguridad en los parámetros de autoestima, autoimagen, autoconcepto y competencia sexual, puntúan entre 7 y 9.
¿Y por qué catalogarlo como síndrome?
Porque al poseer tantas virtudes y haber alcanzado la excelencia tienen dificultades para encontrar parejas adecuadas para ellas. La virtud les genera un problema. No muchos hombres muestran especial interés para relacionarse con ellas. La excelencia penaliza, por eso es un síndrome.
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¿Quiénes suelen padecerlo más? ¿Cuál sería la foto-tipo de mujer super con este síndrome?
La que por desfase entre el grado de autoestima y los demás parámetros, necesita más de lo debido sentirse querida; la variable paradójica del síndrome es la supermujer castradora. Es una variante porque ya no es supermujer al no gestionar su realidad y no aplicar la inteligencia constructiva. Por eso digo, medio en serio, medio en broma, que hay que quitarles el superlativo. Si con todos tus valores me haces sentirme mal, eso no es malo solo para mí, sino también para ti. Estas castigando al hombre porque no es como tú lo necesitas.
¿El éxito profesional-laboral-social de ellas es siempre a costa de sacrificar su vida amorosa/sexual/maternal, su vida íntima/privada?
Por desgracia, nuestra sociedad está orientada al rendimiento. En una cultura del esfuerzo competitivo, el esfuerzo es bueno de por sí; pero es una cultura del éxito que hace que la mayoría nos sintamos fracasados, porque el éxito está en el vértice de la pirámide. He visto a buenos tenistas que lo han dejado porque no estaban en el ranking de los cien mejores, aunque eran excelentes.
La pregunta en positivo sería, ¿qué necesita una mujer de éxito para no sufrir el síndrome en su vida privada?
Suerte. Es así de triste; la suerte autogenerada. ¿Y qué mujer tiene más suerte? Si actúa por antagonismo y contraposición, le podemos quitar el título de supermujer a la castradora; así, el referente operativo de la supermujer es la facilitadora; a esta le quitamos no solo el superlativo, sino también el síndrome, porque ya no sufre su estado. Si llevas bien tu realidad, si eres autosuficiente porque te acompañas de ti misma, te sientes realizada y, por tanto, gestionas bien tu realidad, no tienes síndrome. La mujer que genera comodidad generacional no sufre el perfil porque se quiere lo suficiente a sí misma, pero para eso, necesita no tener déficit de autoestima. El factor de riesgo para sufrir el síndrome es que su autoestima sea frágil. ¿Qué le sucede? Que es consciente de que siendo tan válida, tan inteligente y tan competente no encuentra pareja adecuada para ella. Como venimos del modelo hombre admirado, mujer admiradora, la mujer sigue enamorándose admirativamente, porque eso no ha cambiado, no hemos tenido tiempo filogenético para hacerlo y ahí está la suerte autogenerada.
Mujeres decepcionadas versus hombres desorientados, ¿por qué aumentan unas y otros bajo estos epítetos?
Las mujeres precisamente porque están progresando, y como los hombres no han evolucionado en paralelo, cada vez hay más decepcionadas. Algunos hombres, ante esta realidad que viven desde la generación actual e incluso desde la anterior, se están poniendo las pilas y evolucionando. Por eso, los hombres desorientados cada vez serán menos, aunque no evolucionamos con rapidez suficiente para cubrir la necesidad demográfica de las mujeres decepcionadas. Además, ahora hay otro problema, mientras unos varones evolucionan, otros están en regresión y reivindican el predominio del sexismo, lo que nos llevaría a la guerra de sexos entre supermujeres castradoras y hombres en regresión; en cuyo escenario habría guerras de sexos.
¿Qué papel debiera asumir el hombre ante el incremento de la insatisfacción de las mujeres de éxito en su vida privada?
Debemos revisar el modelo asimétrico, el modelo hombre dominante-mujer subordinada, hombre admirable-mujer admiradora. Ya no sirve, acabó con el siglo XX. El problema es que aún no hemos creado otro modelo y por eso las mujeres están decepcionadas y los hombres desorientados.
Antoni Bolinches es autor de varios libros y colabora habitualmente con medios de comunicación.
El éxito suele sentar bien a los hombres, ¿por qué no tanto a las mujeres?
He ahí la penalización, porque si el varón tiene éxito, le sobrarán mujeres; pero si ella tiene éxito, le faltarán hombres. Donde el hombre tiene recompensa, la mujer tiene penalización.
¿Cómo y en qué suele manifestarse este síndrome, soledad, insatisfacción amorosa, anhelo maternal-familiar truncado, dificultad de intimidad…?
Un factor depende de lo que hayan sacrificado por el éxito; otro factor de riesgo es que cuánto más cosas hayan sacrificado, evidentemente, más fácil les será tener una decepción por falta de recompensa de esfuerzo. Muchas mujeres con proyección social han sacrificado la maternidad, ¿cuántos hombres conoces que sacrifiquen la paternidad por el éxito?
¿Muchas mujeres rebajan/renuncian a su éxito para no padecer el síndrome?
No, porque el síndrome de la supermujer es sobrevenido, es una consecuencia. Hace cinco años era un problema emergente, ahora es creciente. En este momento demográfico y, en función de la excelencia femenina, en el mundo puede haber unos 200 millones de supermujeres, mientras que varones para ellas no llegarán al 10%. Porque entre los hombres que a ellas les pueden gustar, muchos prefieren relaciones cómodas mientras ellas buscan relaciones vivas.
¿La supermujer tiene menos relaciones amorosas, le resulta complicado ser madre, se divorcia más, es bien aceptada por otras mujeres…?
El problema competitivo es insolidario tanto en hombres como en mujeres. En lugar de generar admiración, genera envidia. Decía Bertrand Russell que si queremos que el mundo mejore, hemos de cambiar la envidia por admiración. Para eso hay que ser maduros; nuestra percepción de la excelencia no se ha de basar en ser mejor que los demás, sino en alcanzar el desarrollo de nuestros potenciales. No he de ser mejor que tú, sino mejor que yo mismo.
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Ser súper ¿afecta a la salud física y/o a la psicológica?
El súper bien llevado no, porque bien administrado se relaja y no se considera súper. Quien se considera súper, es supernarcisista o superexigente. La persona madura sí sabe lo que es, y saberlo es bueno, pero creérnoslo empieza a perjudicar también a nuestra salud.
¿Es el hombre/pareja el (único) inductor-culpable? ¿También hay supermujeres superfelices chapoteando en su éxito-síndrome?
El hombre no es el principal culpable, sino la inercia del modelo sexista. En estos momentos, hay mujeres decepcionadas por el no-cambio y por la desorientación de los hombres que racionalmente sí entienden que hay que cambiar, pero que sociológicamente no han creado un modelo más simétrico, más igualitario. En definitiva, hombres y mujeres, como distintos y complementarios, debiéramos de gestionar desde la inteligencia constructiva las diferencias para que nos enriqueciéramos ambos. Si no conseguimos esto, iremos a una guerra de sexos.
¿Es curable o es una impronta irreversible?
Sí, es superable. De hecho, de las 150 mujeres de la muestra que he hecho en la nueva edición, diría que tres de cada cuatro han evolucionado hacia la gestión adaptativa de su excelencia. Puede que una quinta parte de mujeres se queden en reactivas o castradoras.
Mujeres de éxito, misóginos, parejas rotas, mujeres insatisfechas…, ¿a quién dirigiría con especial dedicación su libro-reflexión sobre este síndrome?
Por desgracia, a la población universal, porque es un problema de primera magnitud. La mitad de mis libros giran en torno a las relaciones de pareja, al amor armónico, porque la pareja funciona mejor según el grado de madurez de las partes que por la óptima compatibilidad. Óptimamente compatible no hay nadie con nadie, pero sí suficientemente compatibles. Si somos lo suficientemente maduros nos enriquecemos de la diferencia. Por eso, la clave no es ser mejor que tú, sino mejor que yo, porque si soy mejor que yo, eso es bueno para ti; y si tú eres mejor que tú, eso es bueno también para mí.