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Vine despeja la niebla que ciega a Landa

El australiano repite victoria en el inédito y duro colláu de Fancuaya , donde el líder Evenepoel, Mas y Roglic entran de la mano en la cima
Mikel Landa, alcanza la meta tras la ascensión del Colláu Fancuaya, donde la victoria se la llevó el australiano Jay Vine. | FOTO: EFE

Jay Vine pasó el rodillo en la niebla. Campeón de una aplicación para correr sobre el rodillo durante la pandemia, el australiano se ganó un contrato profesional con el Alpecin. En esos días, Mikel Landa colgó un vídeo en las redes sociales en el que amenazaba con partir el maldito rodillo con un hacha. Estaba harto de aquel artilugio que le ataba en casa. Liberado del rodillo, en el Pico Jano se destapó Vine con una victoria tremenda. En el Colláu Fancuaya, otro puerto sin pasado en la Vuelta, se reafirmó. Pisa fuerte el australiano, una rareza que ha calcado sus triunfos en la Vuelta. No le confundió la niebla que cegó a Landa. Es su aliada. De la niebla surgen imágenes inopinadas, espectrales. Vine no era un desconocido y se sabía el camino en una ascensión en código Braille, a tientas entre la agonía de una rampas durísimas, indigestas, y la ceguera. Otra vez la niebla, de nuevo Vine. Remco Evenepoel, líder luminoso en el Pico Jano, cuando descorrió la cortina húmeda, de luz mortecina y blancuzca que tapió la mirada y revolucionó la carrera, trató de fotocopiar su exhibición en Asturias.

Vine, vencedor. | FOTO: AFP

El belga que quiere desmentir a Merckx, El Caníbal, al que nunca le ha entusiasmado la pose de la nueva estrella, trató de dar otro bocado a la Vuelta. Se le atragantó Mas, de nuevo subido a su chepa, y Roglic, recuperado tras perderse por la niebla cántabra. En la cumbre asturiana, el esloveno encontró el sendero de camino a la Vuelta, su hogar. Defiende su casa Roglic ante la rebelión que azuza el fogoso Evenepoel, que buscó tachar al campeón con ese ritmo de asfixia. Su estilo es el de una boa constrictor. El esloveno, que dijo que la carrera era larga, no acortó tiempo con el líder, pero no se dejó intimidar. Se zafó y no concedió ni un pellizco. Mas, una lapa, tampoco se fue fuera de plano. Compartieron los tres la llegada con Evenepoel buscando un segundo entre la escasa visibilidad. La niebla sigue aclarando la Vuelta. Padeció el imberbe Juan Ayuso y se subrayó Carlos Rodríguez, otro joven, que le sobrepasó. Entre Evenepoel y Roglic transcurre un minuto y Enric Mas en medio de ambos. Ayuso y Carlos Rodríguez intentan descubrir sus límites. También Landa, que apuntó al sol y se quemó. Ícaro en la niebla.

No conviene fiarse de Landa, con esa mirada melancólica y una sonrisa entreverada, a medias, de esas indescifrables. Parece el de Murgia, el humor inteligente, la ironía justa, un personaje salido de El golpe. Travieso, juguetón, despreocupado y hedonista, con ese deje de los genios despistados que prestan atención sin estar atentos. Se sabe entonces que Landa todo lo ha captado y está maquinando, imaginando un mundo mejor. Funciona a impulsos el alavés, un ciclista instintivo, alejado de la ortodoxia y el gesto académico salvo cuando se trata de la pose sobre la bicicleta y agarra el manillar por la parte de abajo y adopta una posición felina. El perfil de Landa conecta con la elegancia sobre la bicicleta. Imposible no identificarle. Detectarle es más complicado cuando se atiende a su discurso porque le gusta sugerir con las palabras. Landa, desubicado por la lesión del psoas, asomó en la Vuelta sin huella suficiente.

En el Pico Jano, Landa se perdió en la niebla y en la clasificación. Camuflado entre la foresta del anonimato. Sucede que el de Murgia, un ciclista con lentejuelas, salió de bosque en Asturias para iluminarse en una jornada que tosía montañas, seis puertos, el último, el Colláu Fancuaya, otro puerto novicio que descerrajaría su crueldad. Una sorpresa a descubrir. 10 kilómetros al 8% de desnivel y con rampas al 19%. Un puerto para astillar la Vuelta. En el primero, La Colladona, el alavés se coló en la fuga donde estaba Soler, que conquistó Bilbao, Vine, el vencedor en Pico Jano, Pinot, Lutsenko, Hamilton, Taaramäe, Armirail, Reichenbach y Pedersen. Una escapada de altos vuelos por el skyline de la Vuelta. Cayeron del dominó los altos de La Mozqueta, Santo Emiliano y Perlavia con la escapada asentada sobre un collar repleto de perlas, nada de bisutería. El líder, Evenepoel, dispuso a los suyos para fijar el paso. El Quick-Step, el equipo con el gen de velocistas y clasicómanos, pastoreaba el pelotón a cuatro minutos de los fugados.

El resto de favoritos observaba la escena. El equilibrio como estilo de vida entre desfiladeros narcotizantes, hipnóticas las vistas de las montañas verdes, frondosas, solo abiertas por la cremallera de asfalto serpenteante y caprichosa de las carreteras secundarias. Vías que obligan a repensar cada metro del trazado a los ingenieros para dar vida a la arteria de los moradores de esos parajes tan evocadores, bucólicos e insulares. Se hamacó Evenepoel en ese tránsito. Se deshojaban las manecillas en la sala de espera del Colláu Fancuaya, donde giró la ruleta para otro encuentro con el biombo de la niebla. Los nuevos puertos quieren intimidad.

Entre los fugados, bien empastados, sostuvieron el pulso con el gran aporte de Armirail y Reichenbach, porteadores de Pinot. Se inició el descarte. El crupier de la dureza repartía juego en la aproximación a la montaña desconocida. Pedersen abandonó la mesa por la victoria. No tenía suficiente crédito. En el gran grupo, el laberinto de asfalto húmedo que antecedía al remate, obligó a posicionarse por una calzada estrecha y revirada. El garabato de un niño entre bosques. Movistar dio un paso al frente para dar apoyo a Mas. Roglic y Ayuso se fueron asentado. Ineos aceleró para prender el puerto. Alaphilippe se personó como guía de Evenepoel. Por delante, Landa metió las gafas en el bolsillo. Quería verse bien en la montaña. Sin filtros en un puerto cargado de dinamita, de mandíbula dura y colmillos afilados. Había que atravesar la montaña. Se fue horadando la ventaja de la fuga. Evenepoel abrió los ojos.

Evenepoel aprieta

Los cerró Landa, apagado, que abrió el maillot del todo, a pecho descubierto para refrescarse. También Soler. Vine, el campeón de rodillo en 2020, que se ganó un contrato en el Alpecin con ese logro, destrozó la fuga. Pinot se arrugó. Una rampa del 16% hizo temblar a todos. Dislocados los cuerpos. El francés, Soler y Taaramäe perseguían la sombra de Vine, un cohete. Nunca pudieron aproximarse a su estela de fulgor. Entre los nobles, el calor era cosa de la turbina de Evenepoel, rojo pasión. El belga elevó el tono de la discusión en el frente. No miró hacia atrás. Corre sin retrovisor, a zapatazos. Un puño contra la niebla y la asfixia como método. Esta vez el belga encontró dos chinas en el zapato: la de Mas y la de Roglic, que resistieron la ambición del líder. No le perdieron la cara. Evenepoel, novato en una grande en la que mira a las alturas, ataca porque no sabe si es capaz de responder en una carrera de tres semanas. Necesita amasar tiempo ahora que luce su mejor versión. Mas y Roglic sí se reconocen en ese ecosistema de aliento largo. Fondistas, les toca defenderse. Ambos bloquearon a Evenepoel en la niebla, donde el australiano encontró un rayo de sol que iluminó su llegada. Vine despeja la niebla en el Colláu Fancuaya, donde ciega a Landa.

29/08/2022