En 2021, una oferta aparentemente irresistible sorprendió al mundo y encendió un debate ético que hoy, en plena explosión de la inteligencia artificial (IA), sigue estando vigente. Una empresa rusa ofrecía cerca de 180.000 euros a una persona que estuviera dispuesta a ceder su rostro y su voz de por vida para dar forma a un robot humanoide. No se trataba de una campaña publicitaria ni de ciencia ficción: era un contrato real, legal y permanente.
Propuesta de Promobot
La propuesta fue lanzada por Promobot, una compañía especializada en robots humanoides capaces de trabajar como recepcionistas en empresas, guías en museos, asistentes en bancos y consultores en espacios concurridos. El proyecto, llamado Humanoid Project, buscaba una persona mayor de 25 años con una cara "amable y amigable", que pudiera convertirse en la apariencia estándar de sus robots fabricados en masa.
El acuerdo implicaba mucho más que posar para una foto. La persona seleccionada debía someterse a un modelado 3D completo de su rostro y grabar al menos 100 horas de audio, necesarias para replicar su voz con la mayor fidelidad posible. A cambio, recibiría una compensación única cercana a los 180.000 euros. Pero el detalle que desató la polémica fue claro: la cesión de los derechos sería para siempre.
La respuesta fue abrumadora. Promobot recibió más de 20.000 solicitudes en pocos días y decidió cerrar la convocatoria. En un comunicado, la empresa agradeció el interés, aunque desde entonces no ha publicado avances sobre el candidato elegido ni sobre el estado final del proyecto.
Un técnico trabaja en un prototipo de robot Robo-C2.
Robo-C2
El robot estrella de la compañía es Robo-C2, un humanoide capaz de imitar hasta 600 expresiones faciales, mantener conversaciones, adaptarse a distintos contextos y mover sus manos en todas las direcciones. Puede informar, vender productos, transmitir mensajes de marketing y atender al público. Cuanto más humano parece, más fácil resulta su integración social.
Robo-C2, robot humanoide que puede adoptar la apariencia de cualquier persona.
Y ahí está el punto clave del debate y es que la apariencia humana genera confianza. Un robot cubierto de metal, cables y ojos artificiales suele provocar rechazo; sin embargo, un rostro realista facilita que las personas interactúen con él como si fuera otro ser humano. Por eso, las grandes compañías tecnológicas buscan cada vez más realismo, incluso si eso implica comprar una identidad humana.
Si lo traemos al presente, el dilema se vuelve aún más complejo. Hoy que convivimos con clonación de voces, deepfakes, avatares digitales y asistentes de IA que aprenden de nosotros debemos preguntarnos: ¿qué significa ceder tu cara y tu voz cuando la tecnología puede replicarlas infinitamente? o ¿qué pasa si ese robot dice algo con lo que no estás de acuerdo, o actúa en contextos que jamás imaginaste? Las respuestas son cuando menos inquietantes...
Sector del automóvil
Mientras tanto, los robots humanoides avanzan en todos los sectores. En la planta de BMW en Carolina del Sur (EEUU), por ejemplo, Figure 02, un robot autónomo de 1,67 metros y 20 kilos, ya ayuda desde 2021 a ensamblar automóviles. Puede cargar hasta 70 kilos, corregir errores y comunicarse con humanos gracias a modelos de inteligencia artificial de OpenAI, la empresa detrás de ChatGPT. Él no tiene rostro humano… o por lo menos todavía.
Legislación
Promobot ya probó los límites legales en 2021 cuando presentó un robot con el rostro de Arnold Schwarzenegger en Terminator, lo que acabó en una demanda por derechos de imagen. Aquello dejó claro que el uso de caras humanas en robots no es solo una cuestión técnica, sino también legal, ética y profundamente personal.
Visto lo visto, hoy más que preguntarte si aceptarías esos 180.000 euros por la cesión de por vida de tu rostro y de tu voz para un robot, la cuestión sería otra: ¿estás preparado para que tu identidad pueda separarse de tu cuerpo y vivir eternamente en una máquina? Cuando menos, un asunto para reflexionar...