Un aniversario constitucional entre reproches, ausencias y más heridas

Actualizado hace 5 minutos

El Congreso de los Diputados ha amanecido vestido de solemnidad, pero respirando tensión. El 47º aniversario de la Constitución española ha vuelto a evidenciar que la efeméride hace tiempo que dejó de ser solo una celebración institucional para convertirse en un escaparate de las fracturas políticas que atraviesa el Estado. Bajo la cúpula del hemiciclo, las palabras “consenso” y “concordia” han convivido con acusaciones de ataque a la democracia, sospechas de corrupción, denuncias de acoso y un debate cada vez más agudo sobre el modelo territorial y social como consecuencia de que la propia Constitución no supo encajar allá por 1978.

Pedro Sánchez ha llegado al acto con gesto contenido y un discurso de resistencia. Ha reivindicado la sanidad pública como pilar constitucional y ha apelado al artículo 43 de la Carta Magna para cargar contra los “recortes, las listas de espera y las privatizaciones” en las comunidades gobernadas por el Partido Popular. Las referencias no han sido abstractas: la crisis del Hospital de Torrejón de Ardoz, en Madrid, ha flotado en el ambiente tras la difusión de audios que apuntan a una gestión orientada al beneficio económico a costa de los pacientes.

En los pasillos del Congreso, y fuera del foco de los discursos oficiales, el presidente del Gobierno español ha afrontado por primera vez las preguntas sobre el caso del exdirigente socialista Paco Salazar. Sánchez ha reconocido “errores” en la reacción del PSOE hacia las denunciantes de acoso, ha ofrecido apoyo público si deciden acudir a la Fiscalía y niega tajantemente que el partido protegiera al exasesor. Su mensaje, sin embargo, no ha logrado disipar el eco de la polémica mientras mantiene que aguantará.

Feijóo insiste en un nueva etapa

El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ha llegado por su parte al Congreso dispuesto a marcar distancia. Sin medias tintas, ha acusado a Sánchez de presidir el Gobierno que “más ha atacado” la Constitución desde su aprobación en 1978. Ha prometido abrir una etapa “reconstituyente” si alcanza la presidencia y se compromete a que el 50 aniversario de la Carta Magna, en 2028, esté liderado por un Gobierno “orgulloso de la Constitución”.

Feijóo ha negado cualquier tipo de negociación con Junts para impulsar una moción de censura, y ha lanzado una imagen que busca hacer fortuna mediática: describir a la formación de Carles Puigdemont como el “clínex” del Ejecutivo, usado y desechado según las necesidades parlamentarias. Todo ello sin alcanzar a explicar cómo, paradójicamente, su socio de ultraderecha no estaba para celebrar la Constitución Para el líder popular, Sánchez solo convocará elecciones “cuando no pueda evitarlas”.

Un hemiciclo cada vez más vacío

El acto ha vuelto a celebrarse con notables sillas vacías. Como suele ser habitual, PNV, Junts, ERC, EH Bildu, y BNG han vuelto a ausentarse, para evidenciar las diferencias que mantienen con la Constitución de 1978. Junto a ellos, por otros motivos completamente diferentes, tampoco han estado los diputados de Vox, al igual que los de Podemos. Sí han acudido varios presidentes autonómicos del Partido Popular, entre ellos, Juanma Moreno (Andalucía), Jorge Azcón (Aragón), Fernando López Miras (Murcia) o el nuevo presidente valenciano, Juanfran Pérez Llorca.

La sanidad madrileña en el foco

Uno de los momentos más tensos también ha sido fuera del atril. Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, y la ministra de Sanidad, Mónica García, han simbolizado con su enfrentamiento la guerra abierta por el modelo sanitario. Ayuso ha defendido la solidez del sistema madrileño pese a la polémica de Torrejón. García, por el contrario, ha hablado de un “sistema diseñado para hacer negocio”, y señala la gestión privada como uno de los males estructurales de la sanidad madrileña.

En medio del ruido, Francina Armengol ha intentado elevar el tono político. Su intervención ha sido un llamamiento a recuperar el espíritu de la Transición. Ha defendido una reforma de la Constitución que la adapte a la “diversidad territorial”, y ha reclamado que el texto incorpore nuevos derechos. Ha recordado que España ha pasado en pocas décadas de una dictadura a integrarse en la Unión Europea y ha advertido del peligro de los “ecos del totalitarismo” que, a su juicio, resurgen en Europa.

Armengol ha puesto sobre la mesa los grandes deberes pendientes: una respuesta pública y transformadora a la crisis de la vivienda, el fin de la violencia machista, la lucha contra la desigualdad, la desinformación y el racismo, y una acción climática decidida. “Que la niebla no nos impida ver el sol”, ha concluido.

Mientras en Madrid se apelaba a la unidad, en Plasencia el tono ha sido de ruptura. Irene Montero, eurodiputada de Podemos, ha cuestionado abiertamente el sentido de la celebración. Se ha preguntado por qué PP, PSOE y Vox celebran una Constitución que, a su juicio, no cumplen. Ha denunciado la privatización de la sanidad, criticado a la monarquía y defendido la idea de una república. Su intervención ha estado cargada de referencias electorales en clave extremeña, calificando a la región como “tierra de sacrificio” y denunciando el abandono de los servicios públicos.

Un sabor a encrucijada

El Día de la Constitución de 2025 ha dejado más imágenes de división que de consenso. Sánchez aferrado a la legislatura. Feijóo prometiendo una refundación. Las comunidades enfrentadas por la sanidad. El feminismo y la vivienda convertidos en banderas y reproches. Y una Constitución que, 47 años después, sigue siendo el centro de la disputa.

El Congreso ha celebrado su aniversario pero también con una certeza difícil de ocultar: el texto que nació cojo por no recoger las aspiraciones de vascos y catalanes se ha convertido, para aquellos que en su día la apoyaron con tanto entusiasmo, en un nuevo campo de batalla.