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Ucrania no se rinde

La asociación navarra Segunda Familia ha permitido que numerosos ucranianos y ucranianas se refugien en Pamplona de la guerra en su país, con esperanza en volver a su hogar algún día y con miedo de que a sus seres queridos les pase algo
Familias ucranianas que han venido como refugiadas a Navarra, reunidas en el quiosco de la Plaza del Castillo, en Pamplona.

Al cumplirse un año de la invasión rusa de Ucrania, que ha causado la muerte de decenas de miles de civiles, la muerte de cientos de miles de personas y el desplazamiento de millones de ciudadanos, refugiadas ucranianas que se encuentran en Pamplona mostraron el horror de la guerra al compartir sus testimonios. Se calcula que más de un millar de personas han buscado refugio en la capital foral, la gran mayoría mujeres. Esto se debe a que los hombres no pueden abandonar el país si se encuentran entre los 18 y 65 años, deben prestar servicio a su nación ya sea como soldados, en activo o en reserva, o bien ayudando en lo que sea necesario, ya que una conflicto armado involucra más partes que meros soldados.

“Dejar Ucrania fue muy duro, tenía todo allí: mi trabajo, mis estudios, mi casa, mi estatus. Es empezar de nuevo”, así lo describe Alina Dalinina, procedente de Zhytomir, un pueblo en el noroeste de Ucrania. “Trabajaba en estudio de arte en mi ciudad, era una pintora, una artista. Pero ahora estoy teniendo que empezar desde cero y a mi edad”, lamenta Alina.

Sin embargo, con la tristeza de verse obligada a reconstruir parte de su vida con 42 años, se alegra de que tanto su marido que se encuentra ahora mismo en Ucrania como sus hijos que están con ella en Pamplona, se encuentran bien, “que es lo importante”. Alina se encuentra en contacto con su marido pero la distancia y la situación son muy complicadas.

Salir fue muy duro, tenía todo allí: mi familia, mi trabajo, mi casa, mis estudios, mi estatus

Alina Dalinina - Ucraniana

Y es gracias a la asociación Segunda Familia, dirigida por Pilar Asurmendi y que existe desde 2005, que una madre como Alina ha podido llegar hasta Pamplona con sus hijos y tener un alojamiento estable. El grupo no solo manda ayuda humanitaria a Ucrania, sino que, mediante la ayuda de ciudadanos pamploneses, ofrece a los ucranianos que lo soliciten un refugio, ya sea conviviendo con otras personas o en un apartamento para ellos solos. Además, también organizan actividades para los integrantes de la asociación.

Así, gracias a esta asociación, muchas ucranianas han podido salvar lo más importante que hay, la familia. Antonina y Viktoriia Paramonova son una madre y una hija adulta que han huido de también del conflicto bélico, pero “nos costó mucho salir. Me tomó bastante convencer a mi madre de que teníamos que huir de allí”, relata Viktoriia. Ahora bien, escapar no es tan sencillo como levantarse y salir corriendo, y más en un conflicto bélico de esta magnitud.

La familia Pararamonova no tenía ningún coche con el que salir, pero tal no fue la principal razón por la que no salieron, ya que tuvieron dos oportunidades para subirse a un automóvil e irse. “Me sentía más segura en nuestra casa que en la carretera”, explica Antonina. “En las carreteras no solo había minas sino que también eran susceptibles de ser bombardeadas. No sabes en qué puntos están las batallas, no sabes por donde puedes salir o si puedes incluso salir”. Además, por las noches tampoco podían escabullirse, ya que un automóvil con luces se convierte en un blanco fácil que disparar.

Mi madre y yo nos dimos cuenta de que si no salíamos de allí, íbamos a morir

Viktoriia Pararamonova - Ucraniana

Pero llegó un punto en que la situación era insostenible, cuenta su hija, Viktoriia. “En las tiendas ya no había comida, estábamos sin reservas en casa y encerradas en el sótano resistiendo los bombardeos. Mi madre y yo nos dimos cuenta de que si no salíamos de allí en ese momento, íbamos a morir”, y entonces les surgió la ocasión de salir cuando una amiga de Viktoriia huía del país junto a su madre en un automóvil, y tenían dos plazas disponibles dentro.

Aún así, a pesar de la destrucción que tuvieron que dejar atrás, las Pararamonova confían en que podrán regresar a su hogar. Antonina no duda ni en segundo en que Ucrania terminará ganando, “nuestros hijos defienden el territorio, y ellos tienen la moral y el ánimo, que es lo más importante. La justicia tiene que ganar”.

Kateryna Shkramko Iñaki Porto

Kateryna Shkramko, del pueblo de Vikhvostyv, en la región norteña de Chernigov que hace frontera con tanto Rusia como Bielorrusia, recuerda cómo el día de la invasión, ella se encontraba en Kiev y “me desperté con la explosión de una bomba. De repente te levantas y te empieza a llamar todo el mundo para comprobar cómo estás. Recoges todas las cosas con mucho pánico y sales”, pero esta situación tan extrema, desgraciadamente, se ha convertido en una disposición bastante corriente en Ucrania.

“Duermes vestida con una mochila preparada porque en cualquier momento puede pasar algo. No sabes donde ni cuando pueden caer las bombas. Tienes que tener todo listo para huir. Bajábamos a los búnkeres, pasábamos noches enteras esperando a que todo terminara. Al principio es todo un shock, estás con ataques de pánico y ansiedad, pero luego te acostumbras, más o menos, a la situación, observa Kateryna.

Duermes vestida y con una mochila lista, porque en cualquier momento puede pasar algo

Kateryna Shkramko - Ucraniana

Tal escena se ha normalizado tanto que, como detalla, cuando suena una sirena en la capital ucraniana, se para todo, ningún autobús o metro pueden moverse. La ciudad se pone a la espera, se cierra todo, y cuando la alarma antiaéreas desaparece, la vida continua, pero el miedo sigue ahí; “No sabes si hoy caen bombas o no, si caen en tu casa o no. Andamos todos con miedo pero nos hemos acostumbrado a vivir bajo ese estrés constante.

Es por ello que Kateryna anima a toda su familia posible, a que se marchen del conflicto. Su pueblo natal, Vikhvostyv, fue de los primeros territorios en ser invadidos por los rusos, “al segundo día, ya pasaban los tanques rusos por mi pueblo”, señala Kateryna. En consecuencia, por cortes de conexión y servicios que sufrió su pueblo natal, “no pude hablar con mi familia por dos semanas. Mi madre ni siquiera sabía que yo me marchaba a España. No tenían agua, no tenían luz. Me preocupo más por mi familia porque estuvieron en una zona muy conflictiva”.

De la capital ucraniana también han escapado dos menores de edad, David y Dianam Zhgenti junto a su abuela Iryna Lisovets. “Salimos de Ucrania el segundo día de la guerra porque un amigo de mi hijo, que vive en Pamplona, nos invitó a ir con él, y es con quien vivimos ahora”, explica Iryna, que como cualquier ucraniana que ha dejado el país, sigue informándose diariamente de la situación.

“He visto por las noticias como los tanques entraron cuando nosotros salíamos, como incluso han atropellado a una persona en medio de la calle, pasaron por encima de él. Por eso salimos tan pronto: sin saber cómo actuar, solo queríamos sacar a los niños lo antes posible”. Ya en la capital foral, tanto David como Dianam asisten con normalidad al colegio e incluso David ya es aficionado tanto al fútbol como al equipo rojillo.

Salimos de ahí sin saber cómo actuar, solo queríamos sacar a los niños lo antes posible

Iryna Lisovets - Ucraniana

UNA CIUDAD QUE NO SE RINDE

En este mismo sentido, Yuliia Yakymenko abandonó la tan conflictiva región de Kherson el julio pasado junto a su hija de nueve años, “era muy peligroso quedarse ahí”, comenta con tristeza. No hay ninguna sola casa que no haya sido dañada por los bombardeos en la ciudad, explica Yuliia, no hay ningún día que no sea bombardeada por los rusos. “Pero es por la gente que se ha quedado que la ciudad no se ha perdido. De los 300.000 habitantes que había en Kherson, solo se quedaron 55.000, la mayoría gente mayor, pero son estos los que han defendido la ciudad”.

Así, Yuliia agradece mucho a Europa por todas las armas que han dado a Ucrania para luchar contra el invasor. “Lo único que tienen los que se han quedado en mi ciudad es esperanza, esperanza en que ganaran al enemigo”. Sin embargo, tanto conflicto ha derivado en que si hay una palabra con la que describe a su ciudad, es “dolor”.

UNA GUERRA QUE NADIE SE ESPERABA

Una sensación muy compartida entre las desplazadas desde el país invadido es la sorpresa ante el ataque. Viktoriia precisa que “ninguna nos esperábamos el ataque. Había noticias acerca de una posible invasión pero el ambiente en la calle era de que nadie se lo creía, ¿cómo iba a suceder una guerra en pleno siglo XXI?”. Lo mismo le sucedió a Marina Kriazh, de la localidad fronteriza de Gorodnya, que recuerda cómo el primer día “ni siquiera me creía que la guerra hubiera empezado realmente. Estaba en estado de shock”.

Marina salió de Ucrania en agosto y la decisión le resultó muy dura. Su hija se encontraba ya en Pamplona, gracias a la asociación Segunda Familia, pero su hijo, de 23 años, estaba en el país oriental estudiando. Además, debido a su cercanía con la frontera, su pueblo fue de los primeros en ser invadidos por los rusos y a ella no le quedo otra opción que seguir viviendo a pesar de la ocupación.

“Qué puedes hacer. Por lo menos, mi ciudad y otras eran solo una zona de tránsito, un puente entre otras regiones, las tropas enemigas solo pasaban. Claro que tenía miedo pero no tenía ninguna otra opción”. Porque, qué más puede hacer una madre ante un estallido de guerra que querer estar con sus hijos, y en este caso, decidiéndose entre quedarse en Kiev o marcharse a Pamplona.

Ante una guerra de tal magnitud, es necesario ayudar en lo posible, ya sea donando dinero a la cuenta de la Asociación Segunda Familia, ES06 2100 1561 4102 0017 6425, con el concepto donaciones Ucrania, o bien mandando un bizum al 05031. Sin embargo, con tantos desplazados, también es necesaria la presencia de navarros que ofrezcan una habitación o un piso para acoger a las ucranianas que huyan de su país. Por ejemplo, Anna y su hijo de 5 años, Mark, buscan con urgencia un alojamiento en Pamplona ya que el lugar en el que se encuentran deja de estar disponible. Cualquiera puede ofrecer su hogar llamando al 628 06 07 17

26/02/2023