lOS Juegos Olímpicos de 1960 llegaron con la intención de España de abrirse al mundo, de demostrar avances e innovación. De haber superado ya la posguerra y de estar a la altura de las democracias europeas más modernas. Sin embargo, la realidad golpeó a los olímpicos estatales. Porque, aunque muchos de ellos habían nacido después de la Guerra Civil, los Juegos de Roma mostraron prosperidad y abundancia a unos deportistas educados en la moderación y acostumbrados a la escasez y baja calidad de los alimentos. La capital italiana exhibió un mundo desconocido a unos atletas que crecieron con las cartillas de racionamiento y que aún compraban los yogures en las farmacias; por eso, nadie en la delegación española pensaba en medallas. Y, si alguien se atrevió a soñar, despertó al ver a los estadounidenses, soviéticos y alemanes. Sin embargo, entre la mediocridad se aupó la selección de hockey hierba que, sorprendentemente, ganó a potencias mundiales para colgarse el bronce al cuello. La única medalla estatal en estos Juegos Olímpicos de Roma.
Polideportivo
Tres vascos con sticks y un bronce
Los medallistas vascos en los Juegos Olímpicos. Medalla 3