"Será un Tour muy potente"

“Será un Tour potente, muy potente”, resuena a modo de eco la voz de Xabier Muriel, director de rendimiento del Movistar, cuando mira los entresijos del Tour que viene, que espera resoplando en menos de dos semanas. Conviene alcanzar la carrera francesa en óptimas condiciones porque la puesta en escena desde Florencia, es durísima.

“El Tour empieza con la primera etapa más dura de los últimos años, más incluso que la de Bilbao. Estamos hablando de un día en el que se acumulan 3.600 metros de desnivel positivo. Eso te habla de la dureza”, expone Muriel, que se incorporará a la carrera en Pau, para asistir a la traca final de una prueba diseñada como una V.

“La primera y la última semanas son muy duras, el tramo central es más tranquilo, menos exigente en cuanto a recorrido, es la zona valle del Tour”, destaca el preparador guipuzcoano, que impulsará a Alex Aranburu y Oier Lazkano, bazas vascas del Movistar.

El Tour se asemeja a aquellos Giros clásicos que atemorizaban por el recorrido. Acumula 52.230 metros de desnivel en su propuesta la carrera francesa, que totaliza 3.498 kilómetros repartidos en 21 jornadas: 8 en llano, 4 de media montaña, 7 de montaña (con 4 metas en alto en Saint-Lary-Soulan Pla d’Adet, Plateau de Beille, Isola 2000, col de la Couillole), 2 contrarrelojes y 2 jornadas de descanso.

“Antes, 3.000 metros de desnivel en una etapa era una pasada, pero el nivel medio del pelotón es tan alto que para hacer criba y diferencias se han de hacer recorridos más exigentes”, reflexiona Muriel antes de diseccionar la cartografía del Tour.

“La primera etapa ya es un día para que los mejores estén muy atentos. Hablamos de una etapa de 3.600 metros de desnivel. Más dura que la de Bilbao el año pasado. Aparece una subida, San Marino, de 7,1 kilómetros al 4,8%). A la velocidad que se corre y al ritmo que se va, todos tienen que estar atentos”, diserta Muriel, que también advierte de la dureza de la segunda etapa, con final en Bolonia.

“Se sube dos veces el repecho de San Luca, (1,9 kilómetros al 10,6%). Otro buen test para los mejores. No es un día para hacer grandes diferencias, pero que nadie se despiste mucho”, establece el director del Movistar, que posa su mirada en la cuarta jornada, la primera de montaña del Tour.

El Galibier, en la cuarta etapa

Asoma el Galibier, la cima en la que voló Federico Ezquerra. “Hablamos de un señor puerto porque son 23 kilómetros de subida. Se sube hasta los 2.640 metros de altitud después de hacer otras dos ascensiones. La meta espera en Valloire, tras el descenso”.

Estima Muriel que el UAE de Pogacar tratará de desequilibrar a Vingegaard en esos primeros días. “Estando como está Pogacar y con las dudas que hay alrededor del Vingegaard, lo más probable es que el UAE vaya full gas. Es un día en el que se puede hacer daño”.

El primer bloque del Tour, de nueve días, resalta también la primera crono individual de 25 kilómetros, con un repecho en la parte final. “Es una etapa para que se midan los mejores y las cronos siempre dejan diferencias”.

El siguiente punto conflictivo de la carrera se sitúa en la jornada de Troyes, donde la apuesta es el temido sterrato. Los caminos de grava y tierra entre los viñedos de Champagne examinarán a los opositores a la general.

Xabier Muriel, en el coche del Movistar. X.M.

“El sterrato genera mucha tensión y nervios en el pelotón. Rodar es difícil, se requiere técnica, ser habilidoso. No se trata de que no haya fuerzas, pero es muy incómodo. En carretera, ir a rueda te ayuda mucho, te refugia, pero en el sterrato se abren más huecos, simplemente por seguridad. Puedes ir bien de fuerza, pero si diez posiciones por delante se abre un hueco, es más complicado de cerrar”, apunta Muriel.

El peligro del sterrato

Acumula la jornada 32 kilómetros de tierra en 14 tramos, 6 de los mismos fijados en la parte final. “Un día de mucha tensión, de nervios, de ir muy bien colocado, donde la labor de equipo para estar bien posicionado se antoja muy importante”.

Frenará entonces la carrera para disfrutar del primer día de descanso, antesala de una semana que, sobre el papel, se percibe más serena en general.

“Aunque es el Tour y nunca se sabe. En cuanto al recorrido es un bloque de etapas para fugas y esprints, pero la amenaza del viento siempre está presente y ya sabemos qué pasa si sopla, que todo puede cambiar y la carrera enloquece con los abanicos”.

En el valle de la Grande Boucle, Muriel subraya el temido Macizo Central, el territorio hostil, no solo por la orografía, también por el calor. “Camino de Le Lorian se acumulan cinco subidas en los últimos 50 kilómetros. Es una etapa larga con puertos cortos pero duros. No descarto un ataque lejano de alguno de la general. Pienso que puede ser un buen día para Pogacar”.

Paso por los pirineos Asoman de inmediato los Pirineos y el mítico Tourmalet, primer puerto de una etapa que trepa después Hourquette d’Ancizan y se remata en Saint-Lary Soulan. “Una etapa clásica de Pirineos, donde ya se dejará notar la fatiga porque es la antesala de la tercera semana.

Un gran etapa pirenaica

Con todo, la siguiente etapa de los Pirineos es más dura. Será el remate del segundo bloque de competición”, expone Muriel. El Movistar la exploró. “Hablamos de un día con casi 5.000 metros de desnivel y 198 kilómetros. Para mí, una de las etapas más duras del Tour. Se suben cinco puertos: Peyresurde, Mente, Aspet, Agnes que es durísimo, con 10 kilómetros al 8,2% y todo por carreteras estrechas, sin un metro llano y el final en Plateau de Beille es terrible. 15,8 kilómetros al 7,9%”.

El pelotón del Tour, en una etapa de 2023. A.S.O.

La Grande Boucle se adentrará a la infernal tercera semana, que arranca con una jornada dura y eléctrica con final en Superdévoluy. “Estamos en la tercera semana y la fatiga marca mucho. El que mejor mantenga el estado de forma, el que menos se desgaste, tendrá ventaja. Tres puertos conectados en los últimos 40 kilómetros convierten el día en exigente, más si cabe tras la segunda jornada de descanso. Es una etapa peligrosa”, remarca Muriel.

Final en Isola 2000 y crono

Espera después otro día clave en los Alpes. “Final en Isola 2000, 16 kilómetros al 7 %. Un puertazo, pero antes hay que subir La Bonette, casi 23 kilómetros al 6,9 %. Estaremos por encima de los 2.800 metros. La altitud puede pasar factura a más de uno”.

La penúltima es un concentrado de exigencia. Un tratado para la supervivencia. 133 kilómetros pero con casi 5.000 metros de desnivel acumulado.

"Si no estás entero, es un día para perder tiempo. La última ascensión a Couillole es muy dura. 15,7 kilómetros al 7,1 %. Antes hay que subir Braus, Turini y Colmiane. Desde mi punto de vista, es una locura de etapa”, aporta Muriel. En esta edición del Tour no espera el clásico paseo triunfal en París.

El ocaso es una crono de 34 kilómetros entre Mónaco y Niza, un escenario “suficiente para una sorpresa final con una subida a la Turbie y seguidamente al Col d’Eze, para acometer una bajada muy técnica” y finalizar el Tour. “Potente, muy potente", cierra Muriel.