El origen de la vocación de Raul Viso por los perros se remonta a más de 40 años atrás, cuando su padre compró un Pastor Alemán llamado Thor. El perro, que acabó viviendo con su abuela, desarrolló "gravísimos problemas de comportamiento". Aquella experiencia despertó en un joven Raúl una curiosidad que marcaría su destino profesional.

Años después, otro perro transformaría su vida: Argos, un Golden Retriever al que describe como "maravilloso" y dotado de una "inteligencia emocional sin parangón".
Aunque Viso ya contaba con conocimientos, Argos lo impulsó a dedicarse al adiestramiento de manera profesional. "Buscaba una obediencia funcional, bonita y equilibrada", recuerda. Paradójicamente, Argos llegó cuando Viso pensaba tomarse un descanso de tener perros, pero fue su pareja quien lo animó a abrir nuevamente las puertas de su hogar… y de su vocación.

Raul Viso con su perro Argos

La trampa de las soluciones sencillas

Para Raúl Viso, uno de los grandes males de nuestro tiempo es la búsqueda constante de atajos.
"La sociedad ha perdido la curiosidad. Queremos resultados inmediatos, titulares, fórmulas mágicas… y eso nos pasa factura también en la convivencia con los perros", reflexiona.
Denomina a este fenómeno "economía del comportamiento": intentar obtener el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo. "Pero en educación -añade- ese camino puede lleva a perderse".

Aun así, Viso no culpa a la familia de un perro con problemas. Entiende que muchos dueños llegan a él en situaciones de gran estrés, "muy comprometidas emocionalmente". Por eso, insiste en que el papel del profesional es ayudar y aliviar, incluso cuando los protocolos teóricos no pueden aplicarse en la práctica diaria de una familia. "La realidad del salón de una casa no siempre encaja con la teoría", resume.

"Elimina las expectativas, elimina las decepciones"

Bajo esa máxima, Viso aborda uno de los temas más delicados: las expectativas irreales en la adopción.
"Hay quien adopta un perro con pasado difícil y, sin darse cuenta, perpetúa ese pasado con una actitud victimista. El perro necesita vivir el presente, no ser recordado constantemente por lo que sufrió", explica.
En su opinión, la sobreprotección, aunque nace del amor, puede convertirse en una nueva forma de prisión.

Humanizar no es el problema, sino cómo se hace

En cuanto a la humanización, Viso adopta una posición matizada. "Yo también les digo 'Chicolín', y mis perros me llaman 'papá'", admite entre sonrisas. "El problema no es querer, sino cómo se quiere. No se trata de cantidad, sino de calidad. Querer bien implica educar, poner límites y comprender".

Problemas más habituales

En su centro madrileño, las consultas más frecuentes giran en torno a dos grandes problemas: reactividades e imposición en el hogar.
Las primeras pueden manifestarse hacia múltiples estímulos: personas, perros o incluso objetos. Algunas responden con agresividad real; otras, a una simple frustración derivada de la hipersocialización, esa tendencia a sobreexponer a los perros a estímulos sin darles tiempo para asimilar.
La imposición, en cambio, suele aparecer en perros inseguros que aprenden a usar la agresión para controlar el entorno.

Raul también nos habla de Uma, su actual Doberman de cuatro años. "Me la entregaron con problemas muy graves de comportamiento, pero hoy me está dando muchas alegrías", comenta con orgullo. Su historia es prueba de que la paciencia, la estructura y la empatía son herramientas más poderosas que cualquier técnica.

Compatibilidad y deporte: dos pilares para una convivencia sana

A la hora de elegir un perro, Viso recuerda el consejo de Iñaki Markinez (entrenador canino de Araba): "Busca siempre la compatibilidad: física, ambiental y temperamental."

En este sentido, renarca que ha visto "casos extremos, como el de una señora de casi 80 años con un Mastín con problemas de comportamiento. Eso no puede salir bien". La elección responsable del perro adecuado es, para él, el primer acto de amor real hacia el animal.

Además, Raul defiende la práctica del deporte canino como vía de bienestar y equilibrio. "No me gusta obligar, pero todos los perros deberían tener sus 'extraescolares'", sugiere. Actividades como la obediencia deportiva de utilidad (ODU) o la búsqueda de objetos (STPR, dentro del IGP) estimulan cuerpo y mente y son accesibles para la mayoría de propietarios.