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Psicóloga de la DYA: “Ante una tentativa de suicidio no es tanto lo que se dice como lo que nunca se tiene que decir”

“Anda que por esa tontería...” es una de las frases a evitar cuando alguien pretende quitarse la vida, según explica Rial tras los cuatro intentos del pasado fin de semana
“Ante una tentativa de suicidio no es tanto lo que se dice como lo que nunca se tiene que decir”

Tentativas de suicidio, fallecimientos accidentales... Verónica Rial, psicóloga de emergencias de la DYA e integrante de la Red Nacional de Psicólogos para la Atención de las Víctimas del Terrorismo, explica cómo abordar este tipo de sucesos.

El pasado fin de semana los bomberos de Bizkaia intervinieron en cuatro intentos de suicidio. ¿Le alarma?

Me preocupa el hecho. La cantidad, siempre han ocurrido, lo que pasa es que siempre se ha tenido una política de no contarlo y mantenerlo en el ámbito privado por vergüenza o para evitar contagios. Ahora parece que está aumentando el número, pero, al contarlo y ser público, parece más.

¿A que achaca este repunte?

Hay una serie de motivos entremezclados. Por un lado, un momento socio-económico complejo, que a muchas personas y familias les está llevando un poco al límite. Por otro lado, el aislamiento que se ha producido en pandemia, sobre todo con adolescentes, está llevando también a no compartir esa soledad, esa necesidad de búsqueda de terceras personas y está llevando más al aislamiento y ese aislamiento muchas veces produce esos sentimientos de soledad completa y el querer terminar con la vida de uno. También es importante que, a raíz de la pandemia, la atención primaria no esté viendo tanto como antes personalmente a pacientes. Antes ese contacto físico con el médico podía ayudar mucho a detectar ciertos casos de depresión. El hacerlo por teléfono, con menos tiempo o incluso la misma mascarilla, que tapa muchas expresiones, contribuye a que esos casos no se destapen.

¿Qué se debe hacer cuando se presencia una tentativa de suicidio?

Lo importante es llamar a emergencias porque muchas veces no es tanto lo que se dice como lo que nunca se tiene que decir. Esa persona generalmente lo ha escuchado todo, seguramente habrá estado en el psiquiatra, en el psicólogo, habrá tenido a la familia al lado y en muchas ocasiones habrá tenido ya varios intentos de suicidio. Lo importante es que vea que no es uno más, que es una persona única y que no es que no haya salida, sino que todavía no la ha encontrado. Mucha gente te dice: “Es que yo ya he ido al psicólogo o al psiquiatra”. Sí, pero igual no has dado con el que te tiene que ayudar. Igual no han dado con la medicación o terapia que te va bien. Cada persona somos un mundo y lo importante es que todas estas terapias, tratamientos y ayudas sean especializadas e individualizadas.

¿Qué no se le debe decir a una persona en esa situación límite?

“Venga, hombre, tú tranquilo, que esto no es nada”. “Anda que por esa tontería...”. Puede haber una persona que esté desesperada porque no puede pagar la hipoteca o porque no tiene empleo. “Venga, hombre, por eso te vas a tirar tú”. No se puede infravalorar el sentimiento ni la emoción de nadie. Hay que validar las emociones de la gente. Lo que para ti no supondría un intento de suicidio porque tú todo lo relativizas y ves que tiene salida, a esa persona le supone un mundo. No se debe echar por tierra la opinión de los demás. Hay que validar su emoción. Yo entiendo que esa persona pueda llegar a estar en ese momento, pero vamos a buscar una solución, vamos a acompañarle, a buscar un porqué, una manera de seguir.

Cuando intervienen, ¿consiguen neutralizarlos o hay un porcentaje en el que nada se puede hacer?

Hay un porcentaje.

¿Cómo gestionan personalmente los profesionales que intervienen en estos casos no haber podido evitar el trágico desenlace?

Depende de cada profesional porque no solo hay psicólogos, también hay negociadores de la Ertzaintza que no lo son. Depende de la manera de ser de cada persona. Cuando llegamos a ocuparnos de estos casos es porque estamos muy preparados. Es verdad que hay momentos en los que tienes que ver cuándo te afecta demasiado y pedir ayuda. Debes poner unos límites. Cuando tienes un caso muy grave, tienes pensamientos recurrentes y no te puedes quitar la idea de la cabeza, tienes que ver cuándo es normal, porque es normal que te afecte, y cuándo debería empezar a dejar de afectarte tanto y a formar parte de tu vida, pero continuar adelante.

El entorno de las personas que se quitan la vida muchas veces se muestran sorprendidas. No se lo esperaban. ¿No sabemos detectar, los afectados lo pueden ocultar...?

No sé si es un poco la mezcla de todo. Estamos un poco metidos dentro de nosotros mismos, con el teléfono todo el día, y si tienes a alguien al lado triste, es muy complicado. Si casi hablamos con la gente sin mirarla. Pasa lo mismo con los asesinatos de mujeres por violencia de género. Cuantas veces dicen eso de “pero si era una familia muy maja”, “pero si era un hombre encantador”, “pero si nunca se les había oído nada”... No sé si la gente es capaz de ocultar muy bien sus emociones o es que no vemos más allá de nuestra nariz.

Los sucesos con víctimas menores son los más duros. ¿Cómo actuar con los padres en esos momentos?

Es básicamente que se desahoguen contigo. No se puede decir mucho más. No somos una pastilla mágica que llegamos y solucionamos el tema emocional. Se trata de que conozcan a la persona del psicólogo, porque muchas veces nos tienen como alguien con traje detrás de una mesa y poco más. Pues no, que sepan que podemos estar con ellos, acompañarlos, abrazarlos si quieren... Muchas veces el problema que tienen es que entre las parejas no quieren desahogarse para no cargarle al otro con más de lo que ya tiene. Les viene muy bien tener una persona externa donde descargar porque saben que, al final, nosotros no vamos a estar nunca tan afectados como ellos.

¿Es aconsejable no dejarles ver a la víctima si está en mal estado?

Depende mucho de la persona que lo va a ver. Generalmente lo que solemos hacer es hablar con más parte de la familia. Cuando una madre quiere ver a un hijo fallecido solemos hablar con otros familiares, sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias en las que esté el fallecido, el aspecto físico y demás. Hay veces que la familia nos dice que no y procuramos que no lo vea. Otras veces, precisamente, el verle ayuda porque, si no has presenciado el fallecimiento, sirve un poco para dar el adiós, esa última despedida. No está ni contraindicado ni recomendado. Depende mucho de la persona y del estado del fallecido.

¿En qué tipo de emergencias o catástrofes ha intervenido?

En ciclogénesis explosivas e inundaciones, acompañando a personas que tienen que abandonar sus domicilios... En pandemia tuvimos un equipo de psicólogos para atención telefónica, que estaba disponible doce horas diarias para que la gente que quisiera desahogarse o llamar también pudiera hacerlo, pero generalmente casi todas las actuaciones que hacemos suelen ser intentos de suicidio o fallecimientos accidentales.

¿Hay alguna actuación que se le haya quedado grabada?

Mi primera actuación fue un suicidio de una persona adulta. Te afecta, pero el primer niño no se me olvidará en la vida. Fue un niño pequeño, de dieciocho meses, que había muerto por un descuido de un familiar.

Es integrante de la red estatal de psicólogos para la atención a víctimas del terrorismo. ¿Ha llegado a prestar atención en algún atentado?

No. Cuando la explosión de los trenes en Madrid hubo un montón de colegios que mandaron psicólogos, pero no había mucha coordinación. El Ministerio de Interior hizo una selección de profesionales con diferentes tipos de experiencia para montar una red y poder organizarnos en caso de que hubiera algún atentado.

Recientemente ha participado en una jornada sobre la mujer en las intervenciones de rescate y auxilio. ¿Ha sufrido alguna discriminación?

No. En la DYA prácticamente la mitad somos mujeres. Tenemos mujeres integradas dentro del mundo del rescate, mujeres que escalan, que hacen búsquedas, en acuática, en administración, en emergencias, conductoras... Cada vez hay más y no notamos ninguna discriminación.

¿Y por parte de las personas a las que van a prestar atención?

Igual por parte de alguna persona a la que vas a atender, que hace unos años te decía: “Ahí va, ¿tú eres chica y conduces una ambulancia?”. Pues sí, no hay problema, es como conducir un coche. Pero no notamos nada. Sí notamos que precisamente en el área de apoyo psicológico el hecho de ser mujeres nos ayuda a facilitar que la gente exprese más sus emociones. Todavía se tiene cierta facilidad para desahogarse más con una mujer que con una figura masculina.

¿Se cuestiona la fuerza de las mujeres como rescatistas?

No tengo ninguna compañera que se haya quejado de eso, pero sí que se ve a diario, hasta en el fisio: “Pero si eres chica, con esas manitas qué me vas a arreglar”. Yo aquí no lo veo.

Una policía que daba consejos en un vídeo de TikTok sobre cómo no ser estafado al comprar un coche de segunda mano recibió comentarios sobre su físico. ¿Qué opina?

No lo he visto, pero hay que relativizar un poco. Hay que diferenciar mucho entre si solo lo dicen porque es mujer o si, en el caso de que hubiera sido un hombre, habrían dicho lo mismo. También hay un montón de vídeos de guardias civiles cachas. ¿Tendríamos que comentar el físico de un profesional de seguridad? Pues no, pero ni sea hombre ni sea mujer.

¿Algún mensaje para terminar?

La importancia de pedir ayuda cuando se necesite porque a veces la gente se avergüenza. Si necesitas ir al dermatólogo, vas. Si necesitas ir a Urgencias porque te has roto una pierna, vas. Pues lo mismo con el tema psicológico. Es superimportante.

08/05/2023