Para Luisa, la Navidad ya no se celebra alrededor de grandes mesas ni entre risas multitudinarias. Desde hace dos años, cuando su casa quedó envuelta en un silencio demasiado hondo, su rito navideño ocurre cada noche a las nueve, frente a la ventana de su bajo. No la abre para ventilar, sino para dejar constancia de que sigue ahí.
Al otro lado aparece "el gato": gris y blanco, con cicatrices visibles y una cautela aprendida. Acepta el alimento, pero mantiene siempre una distancia respetuosa. No hay caricias ni contacto físico. Aun así, Luisa le habla, le cuenta cómo ha ido el día. Sabe que no entiende las palabras, pero también sabe que poner el dolor en voz alta aligera su peso.
Con esta historia ficticia, o no, comenzamos el programa de esta semana navideña.
Historias como la de Luisa, discretas y cotidianas, reflejan una realidad sobre la que quieremos reflexionar: el papel clave de los animales frente a la soledad no deseada.
Y por eso, charlamos con la psicóloga Loreto Sánchez, colaboradora de la Fundación Affinity sobre el papel de animales como perros y gatos en el amortiguamiento de la soledad. También, sobre el error que supone echar sobre las espaldas de estos animales la responsabilidad de convertirse en sanadores emocionales o sustitutos de ausencias irrecuperables.
Soledad, Navidad y la compañia de los animales
En estas fiestas, el discurso social impone una felicidad casi obligatoria a través de la publicidad y las redes sociales. Por ello, quienes atraviesan un duelo o bache emocional experimentan una profunda disonancia cognitiva: el malestar que surge cuando el mundo interior no encaja con las luces, los villancicos y la alegría exterior.
Nuestra invitada subraya que los animales no sustituyen a las personas ausentes, pero sí pueden ofrecer algo esencial: una presencia tranquila, sin exigencias ni juicios. En momentos en los que la apatía amenaza con imponerse, el animal introduce una estructura mínima pero vital.
"Me levanto porque hay un otro que me necesita", resume la psicóloga. Las rutinas de cuidado -los paseos, la comida, la atención diaria- funcionan como pequeños anclajes terapéuticos que mantienen a la persona conectada con el día a día.
Hablar en voz alta para aliviar el peso emocional
La ciencia respalda esta intuición. Según datos de la Fundación Affinity, el 67 % de las personas habla con los animales. Desde el punto de vista psicológico, verbalizar emociones ayuda a ordenar pensamientos y a procesar lo que duele.
Los animales, especialmente sensibles a las señales emocionales, ofrecen una escucha silenciosa y sin evaluación. Precisamente esa ausencia de juicio es lo que convierte su compañía en algo profundamente reconfortante.
Distintas especies, distintos consuelos
La forma de acompañar varía según el animal, aunque el elemento central siempre es el vínculo:
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Perros: fomentan la actividad física y la interacción social a través de los paseos. Su energía suele ser más activa y contagiosa.
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Gatos: actúan como reguladores emocionales. Su presencia en el hogar y el ronroneo ayudan a calmar y sincronizar el estado anímico humano.
Una compañía que también exige responsabilidad
Pese a los beneficios, la especialista advierte contra la adopción impulsiva como respuesta inmediata al dolor. Un animal no debe asumir la tarea de llenar un vacío emocional ni de "curar" un duelo. La relación ha de construirse desde una decisión consciente, basada en el bienestar mutuo y a largo plazo.
Normalizar la tristeza también es un acto social
La historia de Luisa y su visitante nocturno. La realidad de tantas y tantas personas, nos recuerda la necesidad de aceptar, también en Navidad, la tristeza y la nostalgia. Porque no todas las fechas brillan igual para todos.