Desde el coqueto pueblo de Maeztu, en plena Montaña Alavesa, vamos a recorrer parte de la sierra de Arburu. Llegaremos a dos montes que pondrán sonido a la ruta, veremos cascadas, podremos entrar en cuevas y terminaremos por la vía verde del antiguo tren vasco navarro. Una salida muy completa pero sencilla.
DATOS PRINCIPALES
· Kilómetros: 9,75 km
· Desnivel positivo: 350+
· Duración: corriendo 1:15h / Caminar - correr: 2:00h / Senderismo 3:00h
LLEGADA AL PUNTO DE PARTIDA
· Desde Vitoria, salimos por la parte este de la ciudad para coger la A-132 que nos lleva directamente hasta Maeztu pasando previamente por el puerto de Azaceta.
· Desde Bilbao, saliendo por la parte sur por medio de la AP-68 y después por la N-622 llegamos a las cercanías de Vitoria. Tomamos la N-1 sentido Irún para dejarla en la salida 357. Así por la A-2134 cogemos en Illaratza la A-4107 que nos deja ya en la A-132 donde seguimos las indicaciones del punto anterior.
· Desde Pamplona, saliendo por la parte suroeste de la ciudad accedemos hasta la A-12 dirección Logroño. La abandonamos en la salida 44 para tomar la NA-132A sentido Vitoria. Pasamos Campezo y al de pocos kilómetros llegamos a Maeztu.
· Desde Donostia tomamos la N-1 sentido Madrid hasta Salvatierra. Allí llegamos a Guereñu, donde la A-3114 nos deja en Maeztu.
DESCRIPCIÓN
Hay rutas que se te quedan grabadas no solo por el paisaje, sino por cómo va transcurriendo la jornada. Esta que sale de Maeztu es de esas que tienen de todo: monte, historia, vistas, agua, pueblos con encanto y un regreso tranquilo por una vía verde. Ideal para una media jornada completa, sin prisas pero con recompensa.
La Iglesia de Maeztu, punto de partida de la ruta
Arrancamos desde el centro de Maeztu, con ese frescor matinal que nos activa sin necesidad de tomar café, aunque en caso de frío tenemos un par de opciones donde poder beberlo y salir con el cuerpo más animado y caliente. El pueblo aún está tranquilo, y nosotros vamos ganando altura poco a poco por senderos bien marcados. El bosque nos envuelve enseguida, con robles y hayas que ya han soltado buena parte de sus hojas. El suelo está mullido, y el aire huele a humedad y tierra viva.
La montaña nos espera al fondo
La subida a Peña Obi se va endureciendo, pero sin llegar a ser técnica. Vamos transitando por pistas o sendas cómodas en cuanto al terreno, aunque lo de la pendiente es otro tema, ya que encaramos un par de rampas duras, lo justo para que el cuerpo entre en calor de forma completa y la conversación se vuelva más pausada. Tras pasar por el portillo del Guesal (830m.) llegamos a dos puntos importantes a resaltar. El primero es una sima que presenta una de las mayores colonias de murciélagos de Euskadi. El segundo, ya cerca de la cumbre, es la cueva de Obi justo en el sendero de subida. Permite, gracias a su sencillo acceso, contemplar espeleotemas sin tener que adentrarse mucho en ella.
CONSEJOS PARA REALIZAR ESTA RUTA
Hidratación. Pocas fuentes tenemos disponibles en esta ruta. Además, toda la cresta esta sin protección de árboles, por lo que, si ya de por si habrá que llevar buenas reservas, en época de calor todavía mas
Calzado. Importante un calzado que agarre bien en roca ya que la mayor parte del recorrido estará presente bajo nuestros pies.
Dificultad. Ruta fácil idónea para hacer con niños o con gente no muy asidua a la montaña. Quitando un par de cuestas exigentes ruta sencilla.
Una cima con vistas
Al llegar a la cima, (854m.) nos recibe una escultura metálica oxidada con forma de balanza, que parece vigilar el valle desde hace décadas. Es un punto perfecto para parar, sacar algo de comer y dejar que el silencio haga su parte. Desde allí, las vistas son una maravilla: el valle de Arana, los montes de Vitoria, y al fondo, si el día está claro, incluso asoman las cumbres de la Sierra de Cantabria. El viento sopla con fuerza, pero no molesta, pero nos recuerda que estamos arriba, que hemos llegado al buzón cimero. De él cuelgan varios mazos con los que podemos golpear el metal y el sonido asemeja a una campana; de ahí que también se le conozca como La Campana.
Buzón de Peña Obi o La campana
Seguimos por la cresta hacia Peñalascinco. El sendero se vuelve más juguetón, con pasos entre rocas y tramos donde hay que usar las manos. Nada peligroso, pero sí divertido. El bosque se abre y se cierra, y a ratos caminamos por balcones naturales que nos regalan vistas hacia el norte.
Segundo buzón
Peñalascinco (907m.) tiene algo especial. No solo por su forma, sino por la sensación de estar en un punto alto, rodeado de silencio. Allí arriba, nos sentamos un rato y disfrutamos de este balcón natural donde la vista sobre la población de Atauri es simplemente impresionante. También aquí podemos con mazos tocar el buzón hecho con llantas e incluso descender por la escalera metálica para acceder a la Cueva Grande.
Vistas impresionantes del desfiladero de Atauri desde Peñalascinco
De aquí nos dirigimos al portillo de Tobera, y lo podemos hacer siguiendo el cresterío o desde el propio buzón de Peñalascinco, siguiendo la estrecha faja hacia Peña Rasgada –con las debidas precauciones de quienes puedan sentir algo de vértigo–, para finamente, cuando la faja se difumina, subir a la meseta. La bajada por el portillo de Tobera supone un cambio de ritmo. El sendero se encajona entre paredes de roca y vegetación espesa. Aquí el monte se vuelve más íntimo, más recogido. Mencionar el espectacular haya que nos vamos a encontrar entre tantos robles, se trata de un ejemplar mayúsculo.
Llegamos al enlace con la Via verde del Vasco Navarro
El suelo resbala, hay que ir con cuidado, pero el entorno lo compensa. De pronto, aparece la cascada. Y qué cascada. El agua cae con fuerza, formando una cortina que parece sacada de un cuento. Nos acercamos, nos mojamos un poco, y nos quedamos mirando cómo el agua se estrella contra las piedras. Este rincón tiene algo mágico. Quizá por el contraste entre la dureza de la roca y la suavidad del agua, quizá por el rumor constante que nos envuelve.
Vía Verde del Vasco Navarro
Desde la cascada seguimos hacia Atauri, un pueblo pequeño pero con encanto. Las calles empedradas, las casas de piedra, el silencio rural. Paramos a llenar cantimploras y el último tramo lo hacemos por la vía verde del Vasco Navarro. Aquí el ritmo cambia. El camino es llano, fácil, casi meditativo. A un lado, el antiguo trazado ferroviario nos acompaña, con túneles, puentes y señales que hablan de otro tiempo. Al otro lado, el río Igoroin nos arrulla con su continuo discurrir de agua. Incluso podemos disfrutar de una pequeña presa con varios saltos de agua.
Desde la via verde observamos la silueta piramidal de Peñalascinco
Es un cierre perfecto: suave, nostálgico, con ese punto de melancolía que tienen los finales. Volvemos a Maeztu con las piernas cansadas pero con una experiencia de montaña completa. Esta ruta no es solo un recorrido. Es una aventura que nos ha llevado por cimas, cascadas, pueblos e historias. Nos ha hecho sudar, parar y mirar. Y sobre todo, nos ha recordado por qué seguimos saliendo al monte: porque ahí fuera, entre piedras y senderos, encontramos cosas que no caben en palabras.
PLANES ALTERNATIVOS
A continuación, un par de planes extras con los que completar nuestra jornada de monte:
· Descubrir Santa Cruz de Campezo: a escasos 4 kilómetros se encuentra esta preciosa población alavesa. Para empezar un paseo por sus empinadas calles donde sus edificaciones luces arcos de medio punto, blasones y escudos. Merece destacar la plaza donde luce majestuosa una fuente octogonal cerrada por ocho poyetes con cadenas, la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, templo gótico y como no, situado en lo alto, el Santuario de Nuestra Señora de Ibernalo. Ya saliendo del pueblo tenemos variadas rutas como la senda de la Torca, de los Lobos y la espectacular Senda de la Dormida.
· Visita el poblado de la Hoya: a una escasa media hora en coche, en las cercanías de Laguardia, se encuentra el poblado de la Hoya. Es uno de los yacimientos más importantes de Euskadi que muestra los modos de vida y organización de las gentes que poblaron el lugar entre el 1200 a. C. y el 250 a. C. La visita permite apreciar el urbanismo del antiguo pueblo, con calles, plazas y manzanas de casa, y profundizar en la materia a través de la exposición del centro de interpretación contiguo. Allí se puede ver una maqueta del poblado en la II Edad de Hierro y la reproducción a tamaño real de una de sus viviendas con las diferentes estancias y los objetos encontrados en ellas.
En Maeztu disponemos de varios lugares donde poder recuperar fuerzas degustando los productos de la zona, panaderías de kilómetro cero, como Bazter o Mendialdeko, así como el restaurante Virgala .