Decía Paulo Coelho… que "existe un lenguaje que va… más allá de las palabras". Imagino que el escritor brasileño no pensaba en nuestra comunicación con los perros, pero no nos vendría mal aplicarnos su cita.
Los humanos hablamos y hablamos y hablamos. Es algo innato, propio de nuestra naturaleza. Y así es como tratamos de comunicarnos con los perros.
Desde el día que entran por la puerta de casa, nuestra incontinencia verbal les bombardea sin piedad.
Castellano, Inglés, Euskera, Quizás Alemán, que suena más serio y rotundo… Sienta, Eseri, Sitz, Tumba, Etzan, Platz, Hemén, Aquí…
Palabras, palabras y más palabras… Y aunque es verdad que los perros son capaces de asociar nuestras palabras a hechos o indicaciones, no es su punto fuerte y les supone un enorme esfuerzo.
Llevan miles de años observándonos, atentos, tratando de interpretar nuestras intenciones o estados emocionales, según lo que cuentan nuestros gestos o expresiones, las voluntarias y las que no podemos controlar. Nuestro lenguaje corporal es un libro abierto para ellos. En esto, sí que son verdaderos expertos.