Bilbao, como muchas otras ciudades, se enfrenta a una realidad demográfica creciente y particular: la población canina de la ciudad supera ya a la de los menores de catorce años. Este fenómeno, acelerado durante la pandemia, ha obligado a las instituciones públicas a replantear la convivencia en el espacio público y a adaptar tanto infraestructuras como normativas.
Álvaro Pérez, concejal de Salud y Consumo del Ayuntamiento de Bilbao, explica en esta visita a Café con Patas como la la administración municipal está gestionando esta realidad.
Zonas específicas para perros en todos los distritos
La gestión de la población canina se ha abordado desde dos frentes claramente diferenciados: el físico y el jurídico. En el ámbito del espacio público, el Ayuntamiento ha impulsado la habilitación de zonas específicas para perros en los distintos distritos y barrios de la ciudad.
Estos espacios pueden estar completamente vallados o bien contar con horarios concretos en los que los perros pueden correr libremente, con el objetivo de favorecer una convivencia ordenada y segura.
La Ordenanza de Bienestar Animal como marco regulador
Desde el punto de vista jurídico, el Ayuntamiento cuenta con la Ordenanza de Bienestar Animal, una herramienta que permite reorganizar la realidad existente, regular comportamientos y, cuando es necesario, aplicar sanciones.
Según Pérez, esta ordenanza busca adecuar la convivencia urbana a una realidad social ya consolidada.
El concejal subraya que la creación de espacios no es suficiente si no va acompañada de una mayor concienciación ciudadana. El respeto de los horarios, el uso de la correa cuando corresponde y el cuidado de las instalaciones son aspectos clave.
Por ello, el principal desafío no está tanto en seguir construyendo infraestructuras como en reforzar el civismo y la responsabilidad individual de los propietarios.
Sanciones como medida disuasoria
Durante los primeros meses de aplicación de la ordenanza se han abierto expedientes sancionadores por incumplimientos. Desde el Ayuntamiento se insiste en que estas actuaciones deben entenderse como un aviso claro de que la normativa existe y debe cumplirse, no como un objetivo en sí mismo.
Obligaciones básicas del responsable de un perro
Uno de los aspectos que la ordenanza ha tenido que regular de forma expresa es el sentido común aplicado a la convivencia diaria. La recogida de excrementos y el uso de agua para limpiar la orina de los animales son obligaciones básicas que inciden directamente en la salud pública y la higiene urbana.
El concejal se muestra especialmente contundente con este punto, señalando que las personas que no cumplen con estas normas actúan de forma incívica y deben ser sancionadas, ya que su comportamiento afecta al conjunto de la ciudadanía.
Derechos de los animales y responsabilidad
Más allá de las obligaciones, el Ayuntamiento ha puesto en marcha una campaña institucional con un enfoque positivo, destinada a recordar que los animales también tienen derechos. Dormir en condiciones adecuadas, recibir una alimentación correcta, estar bien cuidados e identificados son aspectos fundamentales del bienestar animal.
Pérez insiste en un mensaje claro, especialmente en periodos de regalos como las fiestas navideñas: un animal no es un objeto ni un capricho puntual, sino un compañero de vida. Adoptar implica asumir una responsabilidad a largo plazo y adaptar la propia vida a las necesidades del animal.
Por ello, la ordenanza contempla sanciones graves y muy graves cuando se detecta que un animal está en mal estado o sufre por negligencia humana.
Pirotecnia y su impacto en perros y personas
Entre los temas más controvertidos, el concejal expresa su oposición personal al uso de la pirotecnia, no solo por el sufrimiento que genera en los animales, sino también por su impacto en personas con determinados trastornos y por los riesgos asociados a su utilización.
Perros y transporte público
La integración de los perros en el transporte público es otro de los asuntos pendientes. Pérez reconoce que se trata de una cuestión compleja, ya que no existe un consenso social amplio. Aunque actualmente se permiten perros pequeños en transportín y perros guía, avanzar hacia una mayor integración requeriría estudiar franjas horarias concretas y momentos de menor afluencia.
De cara al futuro, el concejal plantea una reflexión sobre la evolución de la tenencia de animales. En un contexto marcado por el individualismo y la falta de tiempo, considera posible que la población canina disminuya en favor de los gatos.
Para Pérez, el mensaje final es claro: tener un animal implica garantizarle una buena calidad de vida. Si no se puede ofrecer, la decisión más responsable es no tenerlo.