Películas como Espartaco y Gladiator nos acercan a uno de los períodos más fascinantes de la historia, como fue el imperio romano. El problema es que el rigor histórico, en ocasiones, no es todo lo riguroso que cabría desear. Una gran muestra son los combates de gladiadores que, en la cultura popular actual, han quedado como espectáculos sangrientos que terminaban con la muerte de uno de los contendientes. Néstor F. Marqués, arqueólogo, divulgador cultural y coordinador de Antigua Roma al Día, nos propone en su libro 'Gladiadores' un apasionante viaje por la historia con el que, además de entretenernos, aprenderemos que no todo lo que se ve en las películas era cierto.
Entrevistado en Onda Vasca con Txema Gutiérrez, Marqués confiesa: "Cuando veo una película de romanos, me desactivo como historiador, me desconecto para evitarme sufrimientos y entonces ya disfruto de la película, serie o novela porque, al final, es ficción. Aunque nos entretenga y nos dé una ambientación de cómo podía ser la antigua Roma, no tiene rigor ni se le pide". Algo que se ve claramente en los juegos gladiatorios, uno de los entretenimientos más grandes del mundo romano: "Los gladiadores son esclavos, hombres entrenados para luchar, pero no para matar, sino para dar un espectáculo habilidoso, mirando cara a cara al peligro y a la muerte y con dignidad".
Al contrario de la imagen que dan las películas, los espectáculos de gladiadores "no consistían en ver sangre ni en asesinar a alguien a la primera de cambio, especialmente por una cuestión económica. Entrenar a un gladiador era algo muy caro que requería meses o incluso años. Eso no quita para que entre un 10 y un 15% de combates sí acabaran con la muerte del gladiador, pero no el resto".