Nunca podrás entender un idioma hasta que entiendas al menos dos. Esa es la cita del día que decía el escritor Geoffrey Williams y que anima a explorar la riqueza que reside en la comparación entre diferentes lenguas y en entender que no se está excluyendo a una mientras se da el permiso o el derecho a utilizar a la otra, que al final es en lo que consiste esa cooficialidad, en poder vivir y en poder expresarse libremente en cualquiera de las dos lenguas, en las que cada uno se sienta más cómodo.
El problema es que hay mentes muy pequeñas. Tanto que no hay cabida para apreciar la riqueza lingüística, cultural, casi personal y humanista de conocer un segundo idioma y solo hay sitio, por desgracia, para los prejuicios.