Vida y estilo

La historia de Frankenstein: ¿quién es el verdadero culpable?

La novela que Mary Shelley escribió en 1818, considerada una de las más aclamadas del género de terror, ha inspirado innumerables adaptaciones; aun así, después de dos siglos, la misma pregunta sigue viva: ¿quién es el verdadero monstruo?
Jacob Elordi transformado en la criatura.
Jacob Elordi transformado en la criatura. / EP

Actualizado hace 2 minutos

Cuando pensamos en Frankenstein, suele aparecer en nuestra mente la imagen del monstruo verde con tornillos en el cuello. Sin embargo, la historia creada por Mary Shelley es mucho más profunda que la mera figura aterradora que popularizó el cine. Es una reflexión sobre la creación, la responsabilidad y la soledad. Pero, ¿cómo se ha adaptado realmente esta historia a lo largo del tiempo? ¿De qué manera las distintas versiones cinematográficas han interpretado a Víctor Frankenstein y a su criatura? ¿Y quién es, al final, el verdadero monstruo?

Mary Shelley escribió Frankenstein con tan solo 18 años, por culpa de un volcán que erupcionó en Bali y un juego entre amigos contra el aburrimiento, y terminó creando una de las novelas más influyentes del movimiento romántico y del gótico. ¿Por qué su obra es tan especial? En una época en la que estos géneros estaban obsesionados con lo oscuro, lo grotesco y lo sobrenatural, Shelley fue más allá: no se limitó a repetir las fórmulas del terror, sino que las reinventó. Convirtió lo aterrador en una cuestión ética, científica y profundamente humana. En Frankenstein, el miedo deja de estar solo en lo sobrenatural y comienza a habitar en la responsabilidad moral, en los límites de la ciencia y en las consecuencias de los actos del ser humano.

Más allá del monstruo

Frankenstein narra la historia de Víctor Frankenstein, un joven científico brillante, obsesionado con superar los límites de la muerte. Con gran ambición, logra crear vida ensamblando partes de cadáveres humanos. Sin embargo, horrorizado por su propia creación, la abandona. La criatura, al ser rechazada por la sociedad, comienza su camino a la violencia. Pero el libro no es solo terror: plantea cuestiones profundas sobre la paternidad, la soledad, la responsabilidad y la naturaleza de la monstruosidad.

Para comprender el corazón de la novela, es esencial conocer la vida de su autora. Mary Shelley escribió Frankenstein cuando era adolescente, marcada por la pérdida y el abandono: su madre murió al darle a luz y su padre fue emocionalmente distante. Además, sufrió varios embarazos que no llegaron a término. Estas experiencias con la maternidad, la pérdida y la búsqueda de afecto están reflejadas en la novela: la criatura simboliza el deseo de cuidado y amor que Mary nunca recibió plenamente.

La novela transmite un mensaje claro: la verdadera monstruosidad no está en la apariencia, sino en el abandono y la negligencia. La criatura nace como un ser inocente, con curiosidad y ganas de aprender, pero sufre rechazo social y soledad. Su violencia surge del miedo, la incomprensión y la ausencia de su creador. Así, la obra plantea preguntas universales: ¿es el monstruo quien nace diferente, o quien lo abandona y lo niega al mundo?

Robert De Niro como ‘Frankenstein’.

Robert De Niro como ‘Frankenstein’. Japan Satellite Television

Las versiones

A lo largo de los años, la historia de Frankenstein ha sido llevada al escenario y a la pantalla muchas veces, cada vez con interpretaciones distintas de la criatura y su creador. Una de las primeras adaptaciones importantes fue la obra de teatro Presunción, o El destino de Frankenstein, estrenada en 1823, en la que el monstruo no hablaba y su apariencia era más simbólica que realista, reflejando la teatralidad de la época. En 1910, el cine mudo trajo la primera versión cinematográfica de la historia, con Charles Ogle interpretando al monstruo en un cortometraje producido por los estudios Edison. Esta criatura, de espaldas cargadas y cabellera desordenada, recordaba al Quasimodo de Victor Hugo y se alejaba bastante de la novela de Mary Shelley. La primera imagen que realmente quedó grabada en la cultura popular llegó en 1931 con la película de Universal protagonizada por Boris Karloff. Su monstruo tenía cabeza aplanada, tornillos en el cuello, un traje oscuro y botas enormes que lo hacían imponente, pero su apariencia torpe y sus gestos infantiles lo alejaban de la agilidad y sensibilidad de la criatura literaria.

El verdadero monstruo no es la criatura, sino aquel que la abandona

A finales de los años 50, Hammer produjo La maldición de Frankenstein, con Christopher Lee interpretando un monstruo más humano, delgado, con cicatrices y un carácter mucho más violento, dejando de lado la inocencia que Karloff había conservado parcialmente. Con el paso de los años se produjeron miniseries y películas modernas que intentaron acercarse más a la novela original, mostrando a la criatura como un ser sensible y reflexivo. La miniserie de 2004, por ejemplo, representó a Luke Goss como un monstruo articulado, inteligente y emocional, destacando su humanidad y acercándose a la visión de Mary Shelley, mientras que la película de 1994 dirigida por Kenneth Branagh mostraba al monstruo encarnado por Robert De Niro con la cabeza calva y el cuerpo cubierto de suturas y cicatrices, intentando combinar el horror con la angustia emocional de la criatura. Cada una de estas adaptaciones enfatizó distintos aspectos de la historia: algunas resaltaron la apariencia terrorífica, otras la fuerza o la violencia, y pocas lograron transmitir el dolor, la soledad y el abandono que define al verdadero monstruo según la novela.

La última en llegar

La nueva película de Guillermo del Toro, estrenada en 2025, presenta a Oscar Isaac como Víctor Frankenstein y Jacob Elordi como la criatura. Esta adaptación se centra en el mensaje que Mary Shelley quiso transmitir: la inocencia de la criatura y la responsabilidad del creador.

El monstruo no es un ser verde con tornillos en el cuello, sino un ser vulnerable y humano, con cicatrices que reflejan su proceso de creación. Jacob Elordi requiere hasta 12 horas de maquillaje para lograr la transformación, buscando acercarse a la descripción literaria. La escenografía y los actores ayudan a transmitir emociones que antes se perdían en versiones más “terroríficas”. En palabras de críticos y fans, esta versión logra responder a la pregunta central: el verdadero monstruo no es la criatura, sino aquel que la abandona y niega su humanidad.

La versión de Guillermo del Toro logra acercarse de manera notable al mensaje original de Mary Shelley, respetando la compleja relación entre el creador y su criatura y destacando el tema del abandono que atraviesa toda la novela. A diferencia de adaptaciones anteriores, esta película pone énfasis en la humanidad de la criatura, mostrando su inocencia, su vulnerabilidad y su capacidad de sentir, alejándose del horror visual clásico para centrarse en lo emocional y en el impacto del abandono. De este modo, la violencia que surge en la historia no proviene de la naturaleza del monstruo, sino de la negligencia y la ausencia de cuidado de su creador, dejando finalmente claro el mensaje profundo que Shelley quiso transmitir sobre responsabilidad, paternidad y la verdadera monstruosidad.

Más que miedo 

Frankenstein es mucho más que un relato de terror: es una tragedia emocional sobre la responsabilidad, el abandono y la creación. Mary Shelley legó un mito que cuestiona la verdadera naturaleza de la monstruosidad: ¿es quien nace diferente, o quien abandona lo que creó? A lo largo del tiempo, el monstruo ha adoptado muchas formas, pero la nueva versión de Guillermo del Toro nos recuerda que el horror más profundo surge de la negligencia y la ausencia de cuidado. Quizá, finalmente, podamos responder a la pregunta: el verdadero monstruo no es la criatura, sino el creador que falla en su deber de cuidar.

2025-12-06T07:06:43+01:00
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