Dusko Ivanovic es un técnico con las ideas muy claras. Para lo bueno y para lo malo. Casi siempre trabaja con lo que tiene sin alzar en exceso la voz, pero como cualquier otro compañero de profesión tiene sus predilecciones en cuanto al perfil de jugadores, sobre todo los hombres saltos.
En este sentido, no todos son capaces de amoldarse hoy en día a su particular filosofía, orientada desde sus primeros compases en Vitoria hacia un baloncesto agresivo, dinámico, vertiginoso y, sobre todo, cada vez más atlético y físico. Tras el proceso de selección natural, algunas piezas le chirrían por su falta de carácter o ambición. Y otras, en cambio, porque sus características chocan frontalmente con sus necesidades sobre la pista. Entonces, el traumático divorcio emerge como única solución.