Por Jon Arraibi (Director de Café con Patas):
Hace apenas unos días me encontré con una noticia que, variando algunos pequeños detalles, se repite en los medios cada poco tiempo: un perro de raza pitbull mordió a sus propias responsables, una mujer de 64 años y su hija de 24, enviándolas al hospital.
Tanto el suceso en sí como las reacciones en los medios de comunicación y en las redes sociales confirman que seguimos en un momento precario en nuestra relación con los perros. Y hablo del conjunto de la sociedad.
En apenas unas décadas hemos pasado de tener perros en la granja o en el patio a integrarlos en la cama, el sofá y la vida familiar. Pero ese cambio afectivo no ha venido acompañado de un cambio formativo. Hemos incorporado masivamente perros a los hogares sin avanzar en conocimiento, responsabilidad ni criterio.
Los medios de comunicación, por ejemplo, siguen cometiendo la desfachatez de señalar como "pitbull" a cualquier perro protagonista de un ataque. En la Facultad de Periodismo me enseñaron que contrastar la información es un deber profesional. ¿Sirve la opinión de un vecino que vio el suceso desde la ventana para asegurar que una raza determinada es la causante de un ataque? Lo dudo mucho.
Tampoco algunas asociaciones de protección animal o perreras quedan al margen de esta inmadurez. Actúan, sin duda, con buena intención, pero también con prisas. La presión por encontrar familia al máximo número de perros puede llevar a entregar animales a familias sin el acompañamiento ni la valoración adecuados. Lo he visto decenas de veces: perros que salen de una jaula para acabar en un hogar donde no se les comprende, con personas incapaces de manejar a ese animal o ayudarle en sus problemas.
Y luego está el papel de quien adopta o compra un perro. Muchas veces lo hace por pura emoción -ya sea pena, capricho, soledad o moda-, sin reflexión alguna, sin formarse, sin preguntarse si está capacitado para darle una buena vida. Porque una buena vida no consiste solo en techo, afecto y comida. Muchos perros necesitan mucho más que eso: principalmente que su familia humana tenga conocimiento y compromiso.
La brecha entre el cariño que decimos tener por los perros y la responsabilidad que realmente asumimos hacia ellos sigue siendo demasiado grande.
Mientras tanto, seguimos hablando en tertulias y redes sociales de "pitbulls asesinos". Seguimos adoptando o comprando perros por impulso y entregando animales sin criterio. Y así, seguiremos repitiendo los mismos errores.
Hasta que no entendamos que convivir con un perro no es solo cuestión de afecto, sino también de conocimiento, continuaremos tropezando con los mismos titulares y las mismas heridas.
El problema no está en los perros. Ellos simplemente sufren nuestra falta de cultura canina, nuestra prisa por tener sin saber, por opinar sin aprender.
Y mientras no cambiemos eso, seguiremos culpando a los animales de errores que solo nos pertenecen a nosotros.