Vida y estilo

Estás comiendo mal: el hábito que sabotea tu digestión sin que te des cuenta

La forma en la que comemos puede ser, en algunas ocasiones, tan importante como los alimentos que ingerimos
Una mujer come una quesadilla con insectos.

Comer rápido parece un detalle sin importancia, pero es una de las causas más comunes de hinchazón, pesadez y esa sensación de que algo te ha sentado fatal. El problema no suele ser el plato, sino el ritmo al que lo comemos. Cuando tragas a toda velocidad, tu cuerpo no tiene tiempo de masticar bien, coordinar la señal de saciedad y empezar la digestión en condiciones. Y ahí empieza el círculo típico de una mala digestión: acabas lleno, incómodo, con gases y, encima, con ganas de tumbarte.

Lo que pasa en tu cuerpo cuando comes con prisa

Cuando comes deprisa, masticas menos y tragas en automático. Eso tiene dos efectos muy claros. El primero es que entra más aire del que crees, lo que se traduce en una barriga hinchada, eructos y gases. Muchas veces esa hinchazón aparece a los pocos minutos o durante la tarde, y la gente piensa que es intolerancia cuando en realidad es aerofagia por comer a toda pastilla, hablar comiendo o beber deprisa.

Por qué no esperar a que suenen las tripas para comer Freepik

El segundo efecto es que si la comida llega al estómago en trozos grandes, el estómago tiene que trabajar más para deshacerla. El resultado es una digestión más lenta, sensación de peso, somnolencia y una presión incómoda que te hace aflojar el cinturón aunque no hayas comido una barbaridad. Además, comer rápido suele ir ligado a comer con estrés, mal sentado o con pantallas delante, lo cual empeora la situación.

Comer "lo justo"

Otro punto clave es la saciedad. El cuerpo no te avisa al segundo de que ya está y necesita un rato para activar señales hormonales y nerviosas que te hacen sentir lleno. Si comes rápido, es fácil que te pases antes de que esa señal llegue. No es falta de voluntad, sino una descoordinación entre lo que haces y lo que tu organismo tarda en registrar. Por eso hay días que terminas, te sientes demasiado lleno y piensas “si no he comido tanto”, cuando en realidad, has comido más de lo que te hacía falta pero sin darte cuenta.

Esto es lo que ocurre si echas leche al café, según el cardiólogo José Abellán Processed with VSCO with a9 preset

Y cuando te pasas, aparecen el reflujo, la acidez, las ganas de dulce, el cansancio y una sobremesa que se convierte en un castigo para el estómago. Incluso el café de después, que mucha gente usa para “bajar la comida”, a veces solo tapa el síntoma y no arregla el problema.

La forma más fácil de arreglarlo

No hace falta comer lentísimo. Con tres ajustes simples suelen notarse cambios en pocos días. Lo primero es dar bocados más pequeños, porque obligan a masticar y reducen el aire que tragas. Además, es importante hacer pausas cortas; por ejemplo, dejando el cubierto un momento entre mordiscos o beber agua a sorbos, no a tragos. Por último, alargar la comida un poco, aunque sea cinco minutos más de lo habitual también puede ser de ayuda.

Ese margen ayuda a que la saciedad llegue a tiempo y a que el estómago reciba la comida mejor preparada. Si además comes sentado, sin encorvarte y sin pantallas, el cambio se nota todavía más.

29/12/2025