El educador canino guipuzcoano Manuel Villar (Etolcanin) revela en esta charla cómo el juego, más que diversión, es un pilar neuroemocional que refuerza el vínculo, mejora la regulación interna y promueve el bienestar integral del perro.
Un puente invisible entre emoción y aprendizaje
"El juego es un puente invisible que une emociones, aprendizajes y vínculos", afirma Manuel Villar, director técnico del centro de educación canina Etolcanin, en Guipúzcoa.
Para este experto, el juego es mucho más que una actividad lúdica: es una herramienta de regulación emocional y un indicador de bienestar psicológico en el perro."Es un comportamiento súper integrador y funcional, con un papel biológico y social clave", explica Villar, quien lleva años estudiando el valor del juego desde perspectivas etológicas, fisiológicas y emocionales.
El lenguaje del vínculo y la ciencia del bienestar
Desde el punto de vista etológico, el juego permite al perro ensayar conductas sociales y motoras sin riesgo real, algo esencial en su desarrollo adaptativo.
Pero también tiene un efecto directo sobre el cerebro. Durante el juego, al activar neurotransmisores clave para el bienestar del perro. "El juego hace que las discusiones sean más amables", comenta Villar con humor, aludiendo a su capacidad para disolver tensiones en la convivencia.
Jugar para crecer… y para envejecer mejor
El juego aparece muy pronto en la vida del perro, entre las tres y cuatro semanas de edad, cuando ya ha madurado su sistema sensorial. A partir de las seis u ocho semanas, los cachorros comienzan a practicar juegos sociales que los preparan para la vida adulta.
Sin embargo, el juego no desaparece con la madurez, sino que mantiene la salud mental y la neurogénesis en la edad adulta. "Los perros que siguen jugando llegan a la vejez con mayor plasticidad mental", apunta Villar.
Tipos de juego y sus beneficios
Los perros pueden jugar de muchas formas, y cada tipo de juego aporta un beneficio distinto:
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Juego intraespecífico (entre perros):
Favorece la lectura emocional y la comunicación social. Cuanto más juega un perro con otros, mejor comprende las señales y gestiona sus emociones. -
Juego interespecífico (con humanos u otras especies):
Refuerza la cooperación, la atención conjunta y la confianza. Villar relata que sus propios perros interactúan de forma lúdica con caballos, cerdos o vacas, mejorando así la convivencia con otras especies. -
Juego solitario:
Permite al perro explorar sus propias competencias. Es una forma de autoevaluación que refuerza la autoeficacia y la resiliencia.
Cuando el juego deja de ser saludable
"El mejor juego no es el que más cansa, sino el que mejor regula la emoción", advierte Villar.
Uno de los errores más comunes es confundir felicidad con excitación. La sobreestimulación, sobre todo en cachorros, puede generar perros dependientes de la adrenalina y emocionalmente inestables.
Los errores más frecuentes en las familias son:
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Usar el juego como válvula de escape puntual para suplir la falta de atención.
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Fomentar la alta excitación, generando más activación que equilibrio.
Señales de alerta de un juego no constructivo:
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Ladridos o reclamaciones agresivas por el juguete.
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Aislamiento social durante el juego.
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Frustración o agotamiento excesivo tras la actividad.
Educar desde la calma: cómo introducir el juego en los cachorros
Para los nuevos tutores, Villar recomienda controlar la propia emoción: "Los perros se contagian del estado emocional de su humano".
Algunos consejos clave:
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Evitar juegos competitivos intensos si existen problemas de control de recursos.
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Utilizar el juego como espacio de comunicación y cooperación, no de rivalidad.
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Introducir juegos de búsqueda o resolución de problemas, que fomenten la paciencia, el autocontrol y la confianza.
El juego como terapia: curar jugando
En Etolcanin, el juego también tiene una función terapéutica. Se aplica en casos de miedo, ansiedad, trauma o dificultades de aprendizaje.
A través del juego, los perros reconectan con el entorno, reconstruyen la confianza y mejoran su motivación. "El juego es un asunto tan serio que debería estar presente en todas las etapas de la vida del perro."
Conclusión: jugar no es un lujo, es una necesidad
Lejos de ser una actividad trivial, el juego canino es una herramienta de desarrollo, bienestar y conexión emocional. Como recuerda Manuel Villar, jugar no es perder el tiempo, sino invertirlo en salud mental, equilibrio y vínculo.
Porque, en definitiva, el perro que juega es un perro que confía, aprende y vive mejor.