El día era más o menos sereno en gran medida, como cuando la vida transcurre plácida, mecida por un vaivén hipnótico, ese punto ideal del movimiento que tranquiliza, que adormila. El columpio de la felicidad.
Esa sensación que despierta el deseo de la siesta. En Suiza, un país neutral, también para recibir las sacas de dinero desde cualquier punto cardinal, los paisajes verdes abrochaban el tomavistas.
Aún no pespuntan las montañas rotundas que perfilan el skyline del país helvético. Irrumpieron unas colinas, una triada, para agitar el tramo decisivo, concentrado en un cuarto de la etapa revoltoso. La fuga se fue desmenuzando cuando la carretera alzó los cuellos almidonados del orgullo.
Jacobs fue el último en ceder entre quienes rodaron buscando un imposible. El suizo se ganó el reloj con el que la carrera obsequia a los ciclistas que combaten y se ganan los planos de la dignidad. Tiempo al tiempo. A Jacobs le recogió el grupo en esos toboganes.
En Albispass se desprendieron los velocistas y se encendieron los dorsales, antorchas que iluminaban a modo de fogonazos el paladar de una clásica. Nervios, tensión y frenesí, agitados los mejores en un territorio de postales idílicas y bucólicas.
Portentoso Thibau Nys
El mejor lugar posible para Thibau Nys, enamorado de Suiza. En 2023 conquistó una clásica en tierras helvéticas. En el Tour de Romandía hizo cumbre en Les Marécottes y continuó su idilio en Rüschlikon. Suiza, la tierra prometida. En el Tour de Suiza continúa su romance.
Marc Hirschi conocía el alambicado final. Es suizo. Se disparó en la penúltima subida, pero en ese despegue firmó su apagón. Respiró por delante en el descenso, hasta que le embolsó el grupo en busca del desenlace.
Se retaron los ciclistas con el remate de un repecho hosco, un esprint que reptaba en la agonía, que sabía a ácido láctico, el veneno de los músculos, el embajador de la fatiga. En ese punto entre la supervivencia y el colapso, brotó la fortaleza de Thibau Nys, que soportó la tortura mejor que nadie. Sufrir para vencer. La pena para la alegría.
“No me había sentido bien durante la etapa pero los compañeros me han animado”, dijo Nys después de estallar de felicidad en Rüschlikon. Sabía lo que se hacía el belga, que había reconocido el final con anterioridad.
Suiza le sienta de maravilla al belga. “Me gustan estos recorridos”, confesó Nys, que rompió a llorar de emoción después de pasarlo mal en la víspera y de padecer antes del apoteosis.
Bettiol, nuevo líder
En un esprint en el abismo, tras despachar el conmovedor intento de Kelderman, Nys, enérgico, pudo con Stephen Williams y Alberto Bettiol, a los que sometió con descaro. Arrebatador. Inaccesible el joven belga, el italiano es el nuevo líder de la prueba.
Nys, hijo del ciclocross, de la leyenda Sven, agarró su octava victoria en el profesionalismo con un final demoledor. Aplastó a sus oponentes en un rampa que exigía potencia y resistencia.
Suma ocho laureles desde que se asomara a la categoría. Media docena de sus logros pertenecen a este curso, que inició con retardo, centrado como estaba en el ciclocross. Es un ciclista que creció en el barro, entre las manos de alfarero de su padre, Sven.
Thibau no se puso un dorsal de carretera hasta el 23 de abril. Dos días después venció en el Tour de Romandía. En menos de dos meses, logró el Tour de Hungría, la general y un par de etapas, alzó los brazos en el Tour de Noruega y en su regreso a Suiza descorchó otra victoria. Nys ama Suiza.