Había expectación por conocer el nuevo escenario del Festival de Jazz de Vitoria Gasteiz, que sustituye al Teatro Principal por las obras de remodelación que se están llevando a cabo. El Auditorio María de Maeztu del Palacio de Congresos se estrenó este lunes con una acústica perfecta y un escenario iluminado suavemente de azul que trasladaba al espectador a un club de jazz de Greenwich Village o Harlem en Nueva York.
El cuarteto Move fue el encargado de arrancar la 48 edición del Festival e inaugurar el nuevo espacio que ocupó buena parte de los 700 asientos con los que cuenta. No defraudó a nadie. Durante más de hora y media, el público fue testigo de un diálogo constante sin estridencias en el que cada instrumento tuvo su momento álgido mientras los demás se enmudecían momentáneamente antes de volverse a fusionar.
Se generó una conexión y un ensamble sin ataduras entre el envolvente saxofón del navarro Alberto Arteta, el evocador piano del gipuzkoano Íñigo Ruiz de Gordejuela, la delicada e impredecible batería del bizkaino Borja Barrueta y el armónico contrabajo acariciado y abrazado por el aragonés Javier Callén.
Los músicos demostraron por qué esta agrupación, que surgió en el festival de Jazz de Monzón de 2015, se ha convertido en uno de los mejores cuartetos actuales en la escena nacional. Tras publicar en 2022 su primer disco titulado de forma homónima 'Move', subieron al escenario con su segundo trabajo bajo el brazo, 'Momentum' (2024), que fueron desgranando en una noche que arrancó con su tema 'Sorioneku' en el que hacen un homenaje a la Mano de Irulegi, que es una pieza de bronce datada en el siglo I a.C. Fue hallada en 2022 y se considera que podría ser el primer vestigio del euskera al demostrar que los vascones escribieron en su propio idioma.
Move puso de manifiesto que en equipo todo funciona mejor. La suma de las individualidades y el virtuosismo de cada músico logró un 'totum' que rozaba la perfección con momentos en los que cada instrumento se lució iniciando por separado alguno de los temas y apostando también por la improvisación.
Sonidos sugerentes
Hubo momentos en los que parecía que el saxofón, el piano, el contrabajo y la batería no necesitaban de la compañía del resto hasta que poco a poco se iban integrando envolviendo el Palacio Europa de sonidos sugerentes y evocadores de la historia personal de cada componente del cuarteto.
Los integrantes de Move presentaron sus propios temas que compusieron individualmente para este segundo disco que tiene influencias del jazz, vanguardia y folclore. Cada uno aportando su impronta musical sin hacer sombra al resto. Borja Barrueta, quien ha colaborado con artistas de la talla del instrumentista Joe Lovano o el vocalista y guitarrista Lionel Loueke, aportó su sensibilidad con la batería como si hubiera instantes en los que quisiera pasar desapercibido, pese a que era imprescindible su presencia para que todo se ensamblara milimétricamente.
Íñigo Ruiz de Gordejuela tuvo tiempo de recordar a sus maestros y compañeros del Conservatorio Jesús Guridi de Gasteiz, donde estudió varios años. Podría haber estado solo en el escenario con su piano deleitando al público con la rapidez de sus notas, pero no era el día de lucirse en solitario, sino de estar acompañado hilvanando un tema tras otro a cada cual más ensoñador.
En 2019, recibió el Premio BBK Jazz al mejor disco por 'Surrogate Activities Nonet', aunque en esta ocasión era un concierto para sumar talentos y acompañarse entre sí huyendo de la soledad en el escenario.
Alberto Arteta dialogaba sin palabras con el público a través de su talento con el saxofón con el que ha grabado más de una veintena de discos como líder y como sideman, de los cuales destacan sus dos trabajos al frente de su quinteto 'Alberto Arteta Group'.
En instantes del concierto, se apartaba de sus compañeros para dejarles tocar sin la envoltura del saxo, mientras en la sombra esperaba el momento justo para volver a mezclarse sin tratar de monopolizar la atención en él, generando una atmósfera íntima en la que cada instrumento aportaba lo mejor de sí sin pisarse unos a otros. Pese a ello, todo giraba alrededor del saxofón acompañándole en este viaje musical.
Momentos más íntimos
El cuarteto lo completaba Javier Callén, quien inició su carrera profesional como violinista, aunque se decantó por el contrabajo, con el que completa el diálogo sutil y en igualdad entre los cuatro músicos. Hubo momentos en los que abrazaba al imponente instrumento, otros en los que simplemente lo acariciaba y otros en los que parecía su pareja de baile cuando las notas se aceleraban en un ritmo trepidante que concluía de repente como el despertar de un sueño.
Durante su actuación, hubo tiempo para temas más acelerados, como 'Del rigor en la ciencia', de su primer disco, que transcurre entre momentos de calma y velocidad instrumental. También hubo momentos más íntimos y personales con 'Healing Song', un tema sobre la importancia del cuidado, donde el piano se desliza acompañando al saxofón que cobra el protagonismo, mientras el contrabajo y la batería se unen de manera sinuosa conduciendo a un viaje interior. Una vez más, el engranaje de los cuatro funciona a la perfección como si un instrumento no pudiera existir sin la compañía del otro, pero todos con capacidad para subsistir en soledad.
Otros temas que sonaron fueron los compuestos por el pianista Íñigo Ruiz de Gordejuela 'Pirámides', en homenaje a la glorieta de las Pirámides en Madrid, donde pasó parte de su vida, y 'Nadia', dedicado a su hija y donde el piano, el saxofón, el contrabajo y la batería se fusionan en una oda al amor familiar siendo el momento más emotivo de la primera de las seis noches jazzísticas de este nuevo espacio del festival que aprobó con muy buena nota.