Vida y estilo

Damnoen Saduak, el mercado flotante más exótico de Tailandia

El seductor exotismo del mercado flotante de Damnoen es un espectáculo de paisajes, colores, sabores y olores que ningún viajero a tailandia debería perderse. A través de sus múltiples y estrechos canales navegan los botes-mercado tripulados, por lo gener
Vista panorámica de uno de los principales canales.
Vista panorámica de uno de los principales canales. / F. Gavilán

Actualizado hace 31 segundos

¿Por qué ver el mercado flotante de Damnoen Saduak antes incluso que Bangkok? Me preguntó extrañado mi colega de viaje a Tailandia. Le respondí que siempre tendríamos tiempo de visitar la capital del país, pero Damnoen era, tópico aparte, ese lugar imperdible para anteponerlo a cualquier otra idea. Mi respuesta no pareció convencerle demasiado, pero aceptó confiado en mi decisión por el entusiasmo que yo mostraba por el hecho de haberlo visitado años atrás: “Es algo que te encantará y que, probablemente, nunca hayas visto antes”, concluí, con cierto aire enigmático.

Con ello no subestimaba, ni mucho menos, la importancia monumental y paisajística del país. En efecto, tras siete siglos de independencia, el Reino de Tailandia ha mostrado una gran evolución basada en su inquebrantable fe en el budismo, la religión nacional. Sin embargo, a pesar de su fuerte influencia religiosa, el país se ha desarrollado en la modernidad, y hoy, Bangkok, su capital, es un ejemplo de esa transformación, aunque siga respondiendo a los tópicos de las ciudades asiáticas: caliente, caótica, multitudinaria, exótica y divertida.

Una vendedora de frutas.

Una vendedora de frutas. F. Gavilán

Por poner un ejemplo, Tailandia ha sido y es puntera en la cirugía que permite a las personas cambiar de sexo. Eso ya dice mucho de su mentalidad abierta, cuando piensas que en algunos países occidentales ni siquiera tienen toman en consideración tal avance.

Es un país cuya gente es muy respetuosa y amable con el visitante. De hecho, se dice que es el País de la Sonrisa. Esta forma de ser es parte de su cultura, de su amor por sus tradiciones y su historia. Poner un pie en la calle basta para comprobar tanto adjetivo descriptivo. Las gigantescas avenidas colapsan pasadas las cinco de la tarde. Hay que calcular tiempo y armarse de paciencia para desplazarse de un lugar a otro, pues Bangkok tiene mucho que ver y nadie quiere perdérselo.

Lo más interesante de esta ciudad es el Gran Palacio, la principal atracción turística, Wat Pho, el templo más antiguo, el Barrio Chino, el Parque Dusit, el Museo Nacional, el río Chao Phraya y Patpong, famoso por sus eróticos shows. No se trata de huir como de la peste de los principales monumentos de la ciudad, sino de esperar tranquilamente su turno. Lo primero es lo primero.

Las barcas de turistas se mezclan en el caos.

Las barcas de turistas se mezclan en el caos. F. Gavilán

Un mercado único

Porque, dentro de esta descripción telegráfica de lugares ineludibles de Bangkok, hay uno que, al menos para este escritor, es muy seductor y desea destacarlo sobre los demás. Se trata del gran mercado flotante llamado Damnoen Saduak, famoso en el mundo del viajero. Está ubicado a 80 kilómetros de la capital. Es como la Venecia de Oriente en plan rural. Y tiene su romanticismo, porque es el único mercado que conserva parte del encanto original de la vida rural y autóctona de Bangkok.

No en balde, fue escenario de una furiosa persecución de fuerabordas en el film de James Bond El hombre de la pistola de oro (1974).

A través de sus múltiples y angostos canales navegan los botes-mercado tripulados, por lo general, por mujeres vestidas de azul y con los típicos y llamativos sombreros tailandeses. Y, desde esos botes, repletos de mercancías, ofrecen a clientes y turistas que se agolpan por las orillas, cantidad de frutos y vegetales como pitayas, mangos, plátanos, guayabas, manzanas de agua, snakes fruits (frutas serpiente), lichis y durianes (fruta espinosa de intenso olor), entre otros muchos productos alimenticios como cucarachas o gusanos de seda fritos (para los viajeros más atrevidos), y las típicas especias, bebidas, y estatuillas de Buda (¿de qué si no?) como recuerdo.

Este peculiar mercado se puede recorrer por sus orillas, que hacen a la vez de embarcaderos. O incluso se puede navegar por alguno de sus recorridos de los canales en las típicas lanchas que se ofrecen, pese a que con esta decisión el viajero complica aún más su ya intenso tráfico.

Unos botes se amontonan sobre otros en estos canales.

Unos botes se amontonan sobre otros en estos canales. F. Gavilán

Las vendedoras parecen extraídas de una novela de Pearl S. Buck. Sus caras, sus manos, su mirada, su modo de atrapar la tuya para que le compres algo son cuadros pintorescos, llenos de encanto. Para resumir todas esas sensaciones, lo que uno piensa es: “¡Cómo no habré venido antes!”

La primera visión que se tiene de ese multicolor enjambre de canales, barquitas, vendedoras y productos diferentes es realmente magnética. Te quedas fascinado mirando cualquier detalle. Cualquier rostro de vendedora, ajado con mil bellas arrugas unos, o terso como la piel de un bebé, otros.

Son hileras y filas de puestos vendiendo sus productos. Todo el conjunto es una explosión de colores, olores, sabores, y movimientos perfectamente coordinados. Ninguna barca tropieza con otra a pesar de circular muy cerca unas de otras en este insólito laberinto de canales. Te quedarías observando hipnóticamente todo lo que sucede en ese ambiente único.

Restaurantes flotantes y empresas de alquileres de barcas.

Restaurantes flotantes y empresas de alquileres de barcas. F. Gavilán

No hace falta ser un hedonista y sofisticado ser humano para dejarse seducir por la atmósfera que se respira en ese museo viviente. Te sientes como un niño extrañado e indefenso ante tanta belleza. Podría decirse que te encuentras bajo una especie de Síndrome de Stendhal: extasiado ante tanto encanto. Por otro lado, antes de alejarse de este legendario mercado, también se pueden dar paseos por otros sinuosos canales para ver aldeas remotas, jardines y plantaciones.

Como el gran mercado flotante de Damnoen Saduak está relativamente lejos de la capital (provincia de Ratchaburi), hay que madrugar para llegar en horario hábil de mercado (si no recuerdo mal, de 7 a 11 de la mañana.) Por lo que los viajeros más remolones en despegarse de las sábanas harán bien en pasar la noche anterior en alguno de los hoteles de la zona y evitarse el madrugón.

El Mercado Flotante no es, obviamente, la única maravillosa sensación que uno recibe de Tailandia: hay muchas otras, pero ésta es inolvidable. La resume muy bien Javier Reverte cuando dice que “La aventura de viajar consiste en ser capaz de vivir como un evento extraordinario la vida cotidiana de otras gente en parajes lejanos a tu hogar”.

2025-12-20T07:43:50+01:00
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