Como si fuera el patio de su casa. Bajo esta sensación de confortabilidad, seguridad e inclusividad se han sentido todas aquellas familias que han participado en la primera edición del proyecto Patios Abiertos, impulsado por el Área de Educación del Ayuntamiento de Bilbao –en colaboración con Lanbide y Bilbao Ekintza–, y cuyo éxito ha llevado al Consistorio a decidir ampliar la iniciativa de cara al próximo año. Si en esta primera experiencia piloto han sido Indautxuko Eskola y Basurtuko Eskola los centros educativos que han servido de laboratorio de pruebas y trampolín, está previsto que este programa se extienda a otros cuatro o seis colegios más que puedan abrir las puertas de estos espacios una vez concluyan las jornadas lectivas. “Empezamos de cero, con mucha ilusión, y el balance no puede ser más satisfactorio”, se congratula Eider Bilbao, concejala delegada de Educación.
La aventura arrancó hace unos pocos meses con una doble vocación: transformar los patios escolares en lugares de “convivencia” abiertos a la ciudadanía fuera del horario lectivo y mejorar la empleabilidad de personas jóvenes en situación de desempleo. Y ambas se han cumplimentado con creces. Cada mes, cerca de 2.000 niñas y niños –acompañados por más de 300 personas adultas– han tomado parte en la iniciativa, con una media diaria de 120 asistentes. La mayoría del público participante han sido menores de entre 4 y 7 años (HH3, LH1 y LH2), observándose además un uso generalizado del euskera en los patios. De hecho, con esta apertura y dinamización de los patios escolares se pretendía “dar respuesta a una demanda expresada por la comunidad escolar y las asociaciones vecinales”, que reclamaban “más espacios públicos seguros para el juego y la convivencia de las y los más jóvenes”. “Teníamos claro que teníamos que abrir los colegios. Son infraestructuras que ocupan un espacio en la ciudad. Hablamos con las asociaciones de barrio, la comunidad educativa, las AMPA y las respectivas direcciones de los centros, y ellos también lo tenían claro”, comenta la edil a DEIA.
El Área de Educación perseguía principalmente “convertir estos espacios en puntos de encuentro seguros para la infancia –principalmente para escolares bilbainos de 6 a 12 años–, la adolescencia y las familias de la ciudad, al mismo tiempo que se fomentan el juego y la socialización. Para ello, se apoyaron en el programa Primera experiencia profesional en las administraciones públicas, financiado por Lanbide, con la participación de tres jóvenes profesionales del ámbito social y educativo. Con la incertidumbre de rigor de salida, los inconvenientes se transformaron en “retos”, adaptando los servicios e instruyendo a los cuidadores para el correcto funcionamiento del espacio, de forma que todo estuviera listo y en el mejor estado para cuando el centro volviera a abrir las aulas. “Fuimos adaptándonos poco a poco, tanto en los días laborales como en los fines de semana”, señala. “Los padres han acabado muy contentos, valorando positivamente que se desarrollen actividades lúdicas y deportivas. Como la mayoría son además niños que van a esos colegios, lo que se consigue es alargar más tiempo el contacto entre niños, niñas, padres, madres, responsables, familias... y se forma más comunidad”, explica Bilbao. Y añade: “La excelente acogida de este proyecto demuestra que responde a una necesidad sentida por la ciudadanía: disponer de más espacios públicos cercanos para el juego, la convivencia y el bienestar compartido. Refuerza nuestro compromiso con una Bilbao más educadora, inclusiva y cohesionada”.
Los patios se abren en diferentes horarios de miércoles a domingo, y cuentan con tres responsables encargados de su dinamización, un servicio público y gratuito donde, claro está, las familias o personas tutoras “son las responsables de los menores durante su estancia”. Primordialmente, una de las metas alcanzadas es que tanto niñas y niños, como adolescentes, puedan desarrollar “dinámicas de relación en un entorno seguro”, algo a lo que la concejala otorga especial trascendencia. “Además, se trata de una iniciativa de innovación social que optimiza infraestructuras existentes para potenciar su uso comunitario y reducir desigualdades sociales”, recuerda. Previamente, habían acudido, por ejemplo, a Barcelona para conocer de primera mano experiencias parecidas, pero “no queríamos abrir un patio por abrir, sino que logramos introducir el elemento de dar empleo y de ser proactivos en el juego”. “Incido en lo del entorno seguro de socialización porque a veces a madres y padres nos cuesta buscar entornos donde jugar y desarrollar valores como los que se fomentan dentro de este proyecto”, apostilla.