Vida y estilo

Mascarillas: el error más común que cometemos al usarlas contra la gripe

Expertos advierten de que muchos de los tapabocas que guardamos en casa desde la pandemia ya no protegen o por lo menos no lo suficiente
Una mujer cubre su boca con una mascarilla quirúrgica.

Con la gripe disparada y varias comunidades autónomas recuperando la obligatoriedad del uso de mascarilla en los hospitales, los centros de salud y las residencias de mayores, muchas personas han vuelto a echar mano de los tapabocas de la pandemia que todavía guardan en casa. Sin embargo, hay algo que no todos saben y es que las mascarillas caducan, incluso aunque no se hayan usado y estén cerradas en su envase original.

Durante los momentos más duros del covid-19, se compraron mascarillas en grandes cantidades; eran un producto esencial y se almacenaban por si acaso. Años después, ese por si acaso ha llegado con la gripe en niveles récord, pero los expertos advierten de que la mayoría de esas mascarillas ya no protegen como deberían. El motivo: su vida útil es limitada.

Entre uno y tres años

Según explican los farmacéuticos, las mascarillas FFP2 tienen una vida útil máxima de tres años desde su fabricación, mientras que las quirúrgicas suelen caducar antes, entre uno y dos años. Esto significa que, si se compraron en 2020, en muchos casos ya han perdido su eficacia y, aunque aparentemente pueda parecer que están bien, su capacidad de filtración ya no es la misma.

El principal motivo de su caducidad es la degradación de los materiales. Con el paso del tiempo, componentes como las gomas laterales o la espuma de ajuste nasal pueden deteriorarse. Esto provoca un peor sellado en la cara, permitiendo que se cuelen partículas. Además, las mascarillas funcionan gracias a su capacidad electrostática para filtrar los aerosoles. Esta también se pierde con los años, reduciendo notablemente el nivel de protección.

Un hombre muestra una mascarilla FFP2.

Los expertos insisten en que una mascarilla caducada puede servir como barrera física frente a las gotas grandes, como las de un estornudo, pero ya no garantiza una filtración eficaz frente a los virus en suspensión. Protege menos frente a la gripe o a otras infecciones respiratorias, por lo que, si lleva guardada un tiempo, es imprescindible revisar en el envase su fecha de caducidad.

Comprobar su estado y buen uso

Si las gomas de la mascarilla están flojas, la espuma nasal despegada o el material deformado, esta no debe usarse. Un buen ajuste es imprescindible para que cumpla su función. Si hay huecos por los que entra o sale aire, la protección se reduce considerablemente.

En cuanto a su uso, también es importante recordar cómo hay que emplearla. La mascarilla debe cubrir la nariz y la boca en todo momento, ajustarse bien al rostro y no debe tocarse mucho. Llevarla bajo la nariz, quitársela para hablar, toser o estornudar, o usarla como bufanda o de adorno en el cuello son errores muy frecuentes que anulan su eficacia. Tampoco debe compartirse ni reutilizarse más allá de lo recomendado.

A la hora de retirarla, hay que hacerlo siempre agarrando las gomas laterales y evitando tocar la parte frontal, y se desechará de inmediato si es de un solo uso. Lavarse las manos antes y después sigue siendo una medida básica de prevención.

Ya lo ves, solo una mascarilla en perfecto estado actuará como una auténtica barrera frente a los virus. De esta forma, confiar nuestra protección a un objeto que ya no nos la puede garantizar es darnos por satisfechos con una falsa sensación de seguridad. Es decir, casi como no llevar nada...

26/12/2025