En Navidades, el lavavajillas pasa de ser un apoyo diario a convertirse en el motor de la casa. Hay más platos, más copas, más bandejas, más cubiertos y, sobre todo, más ciclos seguidos sin apenas descanso. Ese uso intensivo no solo implica que trabaje más horas, también significa que gestiona más grasa, más restos de comida y más suciedad “difícil”, justo lo que más castiga el interior del aparato. Por eso, cuando termina el tramo fuerte de cenas y comidas, es buen momento para hacer un “reset” rápido y volver a un funcionamiento correcto y óptimo del aparato.
El primer gesto a hacer
Si hay una pieza que marca la diferencia en el buen funcionamiento del lavavajillas, es el filtro. Tras las navidades, es habitual que acumule restos finos que no se ven a simple vista, pero que afectan a la circulación del agua y al desagüe. Cuando el filtro está sucio, el lavavajillas puede limpiar peor, tardar más, dejar arenilla en vasos o incluso generar malos olores. Limpiarlo con agua caliente y dejarlo bien encajado al volver a colocarlo suele ser el cambio más inmediato.
Método definitivo para eliminar la suciedad y el mal olor del lavavajillas
A veces, además, el problema no es solo lo que queda en el filtro, sino lo que se queda en la zona de drenaje.
Brazos aspersores
En estas fechas se mete de todo en el aparato: fuentes grandes, cazuelas, bandejas del horno, copas altas... Esa mezcla de piezas voluminosas hace que sea fácil bloquear el giro de los brazos aspersores o que algunos orificios se obstruyan con restos. El resultado son platos limpios por un lado y sucios por otro, o vasos que salen con marcas. Comprobar que los brazos giran libremente y que los agujeros no están tapados es una forma sencilla de recuperar una distribución de agua homogénea. En un lavavajillas, la sobrecarga no solo reduce el espacio; puede impedir que el agua llegue a zonas clave.
El equilibrio se pierde
Otro clásico de Navidades es ajustar mal el detergente. Cuando hay mucha vajilla, tendemos a pensar que “más pastilla” o “más dosis” limpiará mejor. A veces ocurre lo contrario y sobra jabón, se generan residuos o la vajilla sale con una película blanquecina. Tras un uso intensivo del aparato conviene recuperar el equilibrio y revisar la sal y el abrillantador.
La sal ayuda a gestionar la dureza del agua, y el abrillantador mejora el secado y reduce marcas, algo que se nota muchísimo en copas y cristalería navideña.
Gomas, humedad y olores
Es frecuente terminar el último ciclo tarde y dejar la puerta cerrada, con el interior aún caliente y húmedo. Ese ambiente es perfecto para que aparezcan olores al día siguiente. Pasar un paño por las gomas y dejar la puerta entreabierta un rato tras el último lavado puede marcar la diferencia.
Además, las gomas pueden acumular pequeños restos que no se ven, sobre todo cuando se han lavado fuentes con salsas o platos con mucho aceite. Limpiarlas sin productos agresivos ayuda a mantener el cierre en buen estado y evita que la suciedad se convierta en olor.
Con ese mantenimiento básico, lo más habitual es que el lavavajillas vuelva a lavar como antes, sin marcas raras, sin restos pegados y sin olores.