Mikel Oyarzabal, Igor Zubeldia, Ander Guevara y Aihen Muñoz, los canteranos representantes de la generación de 1997 en la plantilla de la Real, conocen muy bien a Brais Méndez, desde hace años además. En junio de 2015 vieron cómo el Celta, con el centrocampista gallego en sus filas, les eliminaba de la Copa del Rey juvenil en los cuartos de final. Así, sufrieron entonces en sus carnes la calidad del actual futbolista txuri-urdin, a quien igualmente podían haber padecido apenas un mes antes: en mayo, la fase final de la División de Honor les había medido al Villarreal, club que superó aquella ronda (también cuartos de final) y por cuya cantera había pasado el propio Brais. A solo una semana de su regreso a Balaídos, el 23 blanquiazul tendrá hoy enfrente a uno de sus exequipos. Aunque lo especial de la contienda residirá para él, principalmente, en que en el rival juega uno de los mejores amigos que le ha regalado el fútbol: Pau Torres.
duelo de ‘hermanos’
Círculo de allegados
Verano de 2010. Brais solo tiene trece años y ha destacado sobremanera durante sus ocho temporadas en el Santa Mariña, un club vigués muy célebre por su dedicación a las categorías inferiores. El Villarreal se fija en él para incorporarle a su cantera. Y, tras las lógicas dudas iniciales, termina cristalizando un movimiento de complicadas consecuencias, con un niño instalándose en una residencia a mil kilómetros de su casa. Méndez solo integraría la factoría amarilla por espacio de dos campañas, antes de que la morriña le pudiera. Pero a lo largo de aquel período, eso sí, hizo buenas migas con varios chavales de su generación, con la fortuna de que uno de los más allegados presentaba una particularidad: a diferencia de la gran mayoría, vivía en casa con sus padres. Se llamaba Pau Torres y era del pueblo, de Vila-real.
Un apoyo
“Brais se mostraba como un chico calladito, que quizá necesitaba que tú estuvieras un poco más cerca. Lo veía triste a veces. Pero yo estaba convencido de que podía ser mucho mejor de lo que era. Me acuerdo muy bien de una frase que le dije entonces: Brais, tienes luz propia, haz que brille. Se lo repetía. Hablaba mucho con él”. Palabra de Tito García San Juan (entrevista concedida a La Voz de Galicia), técnico de Méndez en el infantil del Villarreal. “Con Pau Torres tenía una gran relación y aún la mantiene. Suponía uno de sus mayores apoyos. Como Pau era de Vila-real, y vivía con su familia allí, Brais iba a menudo a dormir a su casa”. Las amistades y el apoyo de la familia Torres no fueron suficientes. En verano de 2012, dos años después de su aterrizaje, el gallego cambió el amarillo del Submarino por el celeste del Celta. Le restaba un curso como cadete.
Hasta lo más alto
Los caminos de defensa y centrocampista se separaron cuando ambos tenían solo quince. Pero ambos han mantenido el contacto y la amistad durante toda esta década, algo a lo que también ha ayudado la más que positiva progresión de sus respectivas carreras. El 14 de noviembre de 2021, la selección española se impuso por la mínima a Suecia en La Cartuja (1-0, gol de Morata) y certificó así su billete para el próximo Mundial de Catar. Cuando el árbitro señaló el final del partido y los de Luis Enrique pudieron celebrar su clasificación, Pau y Brais estaban sobre el césped vestidos de corto, con la elástica roja. Salvo contratiempo, la presencia del zaguero en la convocatoria definitiva parece garantizada. El gallego, mientras, lo tiene más difícil, a tenor de la última citación ofrecida por el propio Luis Enrique.
Afianzados
No será cuestión de nivel. Y es que, mientras Pau lleva años ya instalado en un escalón superlativo, Méndez está protagonizando en el arranque del presente curso un importante paso al frente. Su desembarco en la Real ha resultado espectacular, tal y como acreditan las estadísticas: diez encuentros disputados (todos), cinco goles y una asistencia, cifras a las que tratará de dar continuidad esta tarde. Atendiendo a sus movimientos, a sus zonas de influencia y al modo en que está asomando al área rival, no resultaría extraño verle hoy chocar con Torres, enemigo íntimo durante los 90 minutos.